«Vivimos un tiempo en el que la gente decente anda perpleja, y los canallas, envalentonados”. Con estas palabras comienza un libro que quiere ser, de acuerdo con su autor, una “caja de herramientas” para la subversión de una realidad que, de entrada, configura un “país de los perplejos” donde surgen preguntas muy evidentes que no tienen respuestas igualmente evidentes, y que al quedar suspendidas en el aire alimentan no solo la perplejidad original, sino la desesperanza política.
Para Juan Carlos Monedero los actuales son tiempos de inquietud social donde gente de todas las edades ve amenazada la democracia mientras palabras como injusticia o impunidad se convierten en cotidianas y hay una desbordante energía que no encuentra cómo salir de la fragmentación y convertirse en voluntad política de transformación.
En Curso urgente de política para gente decente Monedero pone a la Ciencia Política —“objetividad, toda. Neutralidad, ninguna”— al servicio de una ciudadanía perpleja pero decente, confundida pero inquieta, cuando menos, o indignada, cuando más, por la fisonomía —plana, gris, fea, indecente— que la sociedad ha ido adquiriendo (o reforzando) en estos últimos años.
En este contexto plantea “tres fuentes de la emancipación”: la reforma, la revolución y la rebeldía de las que dice: “El mero reformismo sin horizonte transformador deviene en simple gestión presentista que refuerza lo existente”. “La actitud estrictamente revolucionaria, con su programa de máximos, no otorga respuestas reales para lo existente (suele caer en el sectarismo), al tiempo que niega el valor de lo ya alcanzado. Es siempre más real en el discurso que en la práctica; la realidad reclama plazos más demorados para las transformaciones”.
En tanto que “la rebeldía tendrá también que solventar el problema de la falta de estructuras y de liderazgos […]. Si reforma y revolución deben aprender a mirar hacia delante, las formaciones rebeldes deberán aprender a conjugar su diferencia con la necesidad de puntos de encuentro, a localizar articulaciones que terminen con su cacofonía sin eliminar su identidad diferenciada, que solventen su miopía ante las estructuras y su facilidad para desaparecer cuando desaparece el impulso”.
Curso urgente de política para gente decente plantea unas preguntas casi obligadas, dice el autor: ¿qué mecanismo hace que haya interés en ver una misma película manoseada mil veces antes que enfrentarse a algo nuevo? ¿Hay una infantilización de los espectadores de manera que, como los niños, necesitan que les cuenten siempre el mismo cuento —y también de la misma manera— para no caer en la ansiedad? ¿Por qué es más fácil enfrentarse a una película de terror, por supuesto previsible, que a otras historias que tienen más claramente que ver con nosotros? ¿Da acaso más miedo la realidad que los hombres lobo, los depredadores, los muertos en vida, los fantasmas?
Es importante decirles que Juan Carlos Monedero escribió este libro en 2013 y, al menos, para nuestro contexto en México, su análisis es vigente y se convierte en una herramienta analítica para liberar la energía ciudadana necesaria para cambiar la actual fragmentación en voluntad política de transformación.
Para cerrar vale la pena mencionar el texto con el que inicia el apartado La pérdida de los marcadores de certeza (y de precarios que sueñan con una cerilla y un bidón de gasolina): “Los momentos de crisis, en la socorrida frase de Gramsci, son aquellos en donde lo viejo no termina de marcharse y lo nuevo no termina de llegar”.