Aristóteles afirmaba que el ser humano es por naturaleza un ser político. El ciudadano común de la Atenas clásica –como es bien sabido, varón, adulto y no extranjero– se sentía comprometido con la vida pública de su Ciudad-Estado (la polis) a un grado tal que podían afirmar que Atenas era tan grande como cada uno de sus ciudadanos. Y si esto era así, por qué cambio para que, por ejemplo, en algunos países como Bélgica y Brasil el voto sea obligatorio.
De las 10 mayores economías del mundo, solo en Brasil es obligatorio acudir a las urnas. En las elecciones de 2018 sufragó el 79.7% del padrón. Este porcentaje es superior al de países como Corea del Sur o Alemania que obtuvieron tasas de participación más altas en sus comicios presidenciales o generales más recientes en 2022 y 2021, respectivamente.
No obstante la obligatoriedad del voto, el porcentaje de Brasil es inferior al que registró Bélgica en 2019 por una razón de peso: en el país europeo si el potencial elector no vota es acreedor a una multa de entre 40 y 80 euros y si la abstención es reincidente, la sanción puede subir hasta los 200 euros. ¿Cómo quedarían los números en el caso de México? ¿A cuánto ascenderían las multas?
En las elecciones de 2018 en México se registró una participación del 62.3% de los 52,300,994 electores registrados y la participación de las mujeres fue mayor que la de los hombres por ocho puntos porcentuales. En cuanto al grupo de personas que no votaron (37.7%), 20.2% fueron hombres y 17.5% mujeres.
En las elecciones federales y locales de 2018 destaca la aportación de los jóvenes de 18 años, que superaron la media nacional, al participar el 64.7%, aunque disminuyó entre los de 19 hasta los 34 años, que junto con los de 80 o más, fueron el grupo con mayor abstención.
Debemos disminuir el abstencionismo electoral, ya sea que se dé como síntoma de un progresivo desencanto con la democracia como forma de gobierno, o como una forma de protesta contra el sistema, o una forma válida pero riesgosa de expresar disconformidad con la clase política.
Podemos adentrarnos en una larga lista de por qué respecto a los porcentajes referidos, pero mejor apuntamos que en 2018 la participación ciudadana estuvo en los extremos: Yucatán registró la mayor participación con más de 75% de asistencia a las urnas y Sonora la más baja con 51.9%.
Ante esta realidad expresada someramente surge una pregunta: ¿cómo integrar y motivar a los diversos grupos a ser parte de la vida democrática del país a través del ejercicio del voto?
A partir de la fecha de publicación de este artículo (15 de abril) quedan 48 días para las elecciones; en estos días debemos tener clara la importancia de los comicios y promover la participación, a fin de disminuir el abstencionismo electoral, ya sea que se dé como síntoma de un progresivo desencanto con la democracia como forma de gobierno, o como una forma de protesta contra el sistema, o una forma válida pero riesgosa de expresar disconformidad con la clase política.
En este contexto debemos tener claro que cualquiera que sea la razón del abstencionismo debemos ejercer nuestro derecho al voto para legitimar la democracia.
Es importante resaltar que el mejor mecanismo para incrementar la participación electoral, la confianza y la credibilidad en las elecciones es aquel que sea resultado de un esfuerzo conjunto y que busque la creación de una conciencia cívica sobre la importancia de la emisión del sufragio. Nosotros como IMEF pugnamos por esa conciencia cívica que hace que nuestro voto sea un derecho constitucional y a la vez un deber moral porque el deber como una consiga también registra abstencionismo: el 12% de los ciudadanos belgas no fue a votar en las últimas elecciones en Bélgica.
Ejercer el voto es una pieza clave de cualquier sistema democrático para articular y agregar intereses, así como para regular y resolver los conflictos entre ellos. Actualmente el voto voluntario se da en 200 países, el obligatorio per sin aplicar en 9, obligatorio en 15 y sin elecciones nacionales en 3.
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