El 24 de febrero de 2022 nos enteramos de la noticia de la invasión de Rusia a su vecina Ucrania. Un evento del que, si bien habíamos estado recibiendo señales diversas desde meses o años atrás, no dejó de sorprender por su magnitud.
En primer lugar, por el papel que representa Rusia como un actor internacional importante y, en segundo lugar, porque su irrupción se llevó a cabo en territorio europeo, haciendo temer a muchos que la historia se repitiera con un tercer conflicto mundial en aquella zona.
Muchos análisis se han hecho desde entonces sobre el curso que esta conflagración podría tomar y muchas reseñas también de lo que acontece día a día en aquella región; y en este breve espacio abordaré de manera muy puntual el panorama que se vive a casi dos años y medio del estallido de este conflicto.
Recordando que el objetivo de Putin es tomar el control total de Ucrania, hoy las fuerzas rusas continúan sus operaciones ofensivas en varias regiones de este país, concentrándose en Donetsk y Kharkiv. Han logrado avances significativos, ocupando varios asentamientos y ampliando su control territorial. Mientras tanto, las fuerzas opositoras ucranianas han realizado contraofensivas, recuperando terreno en algunas áreas y librando combates intensos en otras.
Como resultado, el conflicto ha dejado un trágico saldo de miles de víctimas civiles, y ha forzado el desplazamiento interno de más de 5 millones de personas dentro del país, generando una crisis humanitaria de gran escala.
La infraestructura de Ucrania ha sufrido daños severos. Casi la mitad de la red eléctrica ha sido destruida, y los daños se extienden a hospitales, escuelas y otras infraestructuras civiles esenciales. Esta devastación ha interrumpido servicios básicos vitales, dejando a millones de personas sin acceso a agua potable o saneamiento debido a la destrucción de las fuentes de agua.
Ante este escenario la respuesta internacional no se ha hecho esperar. Los países occidentales, especialmente Estados Unidos y las naciones europeas, países miembros de la OTAN, continúan proporcionando una significativa ayuda militar a Ucrania y se han impuesto amplias sanciones a Rusia. Sanciones que abarcan los sectores financieros, energético, de defensa y tecnológico, y están dirigidas especialmente contra oligarcas y otras figuras clave del panorama político y económico ruso.
Por otro lado, además del apoyo militar, la Unión Europea (UE) y otros socios internacionales están proporcionando ayuda financiera y económica a Ucrania con el objetivo de estabilizar su economía y, al mismo tiempo, respaldar los esfuerzos de reconstrucción.
Paralelamente, hay un constante apoyo humanitario a los refugiados y desplazados internos ucranianos, con muchos países europeos ofreciendo refugio y asistencia.
En el ámbito legal, hay esfuerzos internacionales para que Rusia, y especialmente su líder Vladimir Putin, rinda cuentas por presuntos crímenes de guerra a través de mecanismos legales.
Actualmente esta guerra no muestra signos de remitir a corto plazo, y es probable que la respuesta de la comunidad internacional siga desempeñando un papel crucial en la configuración y trayectoria.
Un factor clave en esta guerra es un potencial triunfo de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, que con su peculiar relación con el líder ruso podría cambiar significativamente el curso de este conflicto.
Los efectos de este conflicto también se reflejan fuera de la zona de guerra. Los países vecinos, sobre todo de Europa del Este, han absorbido a la mayoría de los 3 millones de personas que huyeron de Ucrania en las primeras fases del conflicto. Por otro lado, el continente se ha visto muy afectado, con interrupciones en el suministro de gas ruso que han provocado una crisis energética en la región. Sin dejar de mencionar los efectos políticos, ya que el conflicto ha acelerado los procesos para la adhesión de Ucrania a los bloques políticos occidentales, como la UE y la OTAN.
A nivel global, uno de los impactos más notorios ha sido el aumento de la inflación. Como ejemplo, los precios de las materias primas, como los alimentos y la energía, se han disparado, lo que ha llevado a un aumento generalizado de los precios a nivel mundial. Esto, a su vez, ha exacerbado las ya existentes crisis de hambre en regiones vulnerables como África Oriental y Oriente Medio, debido a la interrupción de las exportaciones de grano de Ucrania y Rusia.
En este mismo contexto, las cadenas de suministro globales también han sufrido las consecuencias de esta guerra, ya que se han visto interrumpidas, impactando industrias que van desde la automotriz hasta la de los semiconductores, creando un efecto dominó en la producción y el comercio internacional.
Finalmente, el conflicto ha precipitado cambios geopolíticos significativos, de alguna manera recreando la economía de la Guerra Fría ya que, si bien Rusia se encuentra cada vez más aislada de los mercados y la economía occidentales, persiste su cercanía con otros actores internacionales importantes como China y, de manera más limitada India; lo que está reconfigurando las relaciones económicas y políticas globales.
Si bien, hace dos años y medio, muchos pensábamos que por su magnitud, el conflicto sería más breve, al día de hoy esta guerra no muestra signos de remitir a corto plazo, y es probable que la respuesta de la comunidad internacional, especialmente en términos de ayuda militar y sanciones, siga desempeñando un papel crucial en la configuración y trayectoria de esta guerra.
Un factor clave del que habrá que estar muy atentos es del ganador de las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos, ya que un potencial triunfo de Donald Trump, con su peculiar relación con el líder ruso, podría cambiar significativamente el curso de este conflicto.