No quiero darles pretextos a los supersticiosos, pero me parece relevante recordar qué pasó en 1994. Hace 28 años, la Reserva Federal subió siete veces sus tasas de interés. En ese momento, su presidente era Alan Greenspan. La tasa de referencia de la Fed pasó de 3 a 6% en 12 meses que empezaron en febrero de 1994. Con ese movimiento alcista, el banco central de Estados Unidos se llevó a muchos países al baile. El primero de la lista fue México. No parecía un candidato obvio, pero sí lo fue. Entre 1992 y 1993, tuvimos un déficit comercial de 48,200 millones de dólares. Ese desbalance se financiaba con enormes entradas de capital. Entre 1991 y 1993 llegaron a México alrededor de 80,000 millones de dólares, de los cuales más de 60,000 millones eran inversión en cartera y 14,000 millones, Inversión Extranjera Directa.
El 1994 fue diferente desde el principio. El levantamiento zapatista nos hizo mirar al sur, justo en el momento en que entraba en vigor el TLCAN. El comandante Marcos se convirtió en un fenómeno global, pero no alteró la percepción de la comunidad financiera internacional. El asesinato de Colosio empezó a hacerlo. La semana posterior al crimen salieron 11,000 millones de dólares del país. En ese momento, ya empezaban las alzas de tasas de la Fed y el salinismo llegaba a sus meses finales. El déficit comercial no pudo seguir financiándose con entradas de capital y se recurrió a un instrumento que parecía una solución “ingeniosa”, los Tesobonos. Esa solución se volvió parte del problema. México acumuló 30,000 millones de dólares de deuda de corto plazo. Fue imposible pagarlas sin sufrir. El escenario había cambiado. Teníamos inestabilidad política en lo interno y alzas de tasas de interés en Estados Unidos.
De regreso a 2022, la pregunta es lógica: ¿Estamos preparados para una cabalgata de tasas de interés en Estados Unidos? Cada vez que la Fed entra en espiral alcista, hay un país emergente que “truena”. En 1994 fue México. En 1998 fueron algunos asiáticos, entre ellos Corea del Sur. ¿Esta vez es diferente? Muchas cosas han cambiado desde 1994. Nuestra economía se ha diversificado y es ahora un importante generador de divisas por múltiples fuentes: exportaciones manufactureras, turismo y remesas. Tenemos un déficit en la balanza comercial que se puede cubrir con una parte “razonable” de las reservas del Banco de México. Estas eran 198,742 millones de dólares al 10 de junio. Una semana antes ascendían a 199,311 millones. Lo podemos saber con solo asomarnos a la página del Banco de México. Eso no era así en 1994. Entonces, el monto de las reservas era una especie de secreto de Estado que se develaba tres veces al año. Esa “tradición” se acabó con la crisis de 1994-1995. La transparencia de la administración pública fue parte de las reformas neoliberales. Un antídoto para evitar los problemas asociados a la opacidad. Frente al escenario de alza de tasas de interés en Estados Unidos, México tiene una deuda (interna y externa) que es 66.6% del PIB, mucho menor que el 73% que es el promedio de América Latina o el 120% de España. Las amortizaciones de deuda externa para el 2022 son 3,625 millones de dólares y 4,313 millones para el 2023.
Se acabó la era del dinero superbarato. El nuevo nivel del mar dejará claro quienes llevan traje de baño y quienes van desnudos. México es un país que no crece, pero tiene la ventaja de no tener grandes desequilibrios económicos, sobre todo cuando se le compara con otros emergentes, como Argentina o Turquía.
¿Estamos vacunados? El mayor riesgo de México está en la inseguridad y en la debilidad del Estado de Derecho, expresada en una impunidad que no baja del 90 por ciento. A priori, esto no representa un riesgo económico, pero recuerden 1994. Todo comenzó con un estallido social en el sur y alcanzó su punto más alto con un asesinato político. El alza en las tasas de interés fue la música que acompañó el cortejo fúnebre.