De acuerdo con el Centro de Investigación Cooperativa para Ciudades Sensibles al Agua (Cooperative Research Centre for Water Sensitive Cities, CRCWSC), las ciudades sensibles al agua son aquellas que pueden ser captadoras del vital líquido proporcionando fuentes para diferentes usos y un entorno natural que ofrece servicios ecosistémicos con beneficios sociales, ecológicos y económicos. En cuanto a los ciudadanos, ellos tienen conocimiento sobre el vital líquido, por lo que participan activamente en la toma de decisiones y se comportan positivamente conservando el recurso y no tirando agentes contaminantes que puedan perjudicarlo. El CRCWSC define resumidamente a una ciudad sensible al agua como aquella en la que las personas quieren vivir y trabajar.
Podríamos decir que una ciudad sensible al agua es aquella que no solamente es resiliente ante la caída de lluvia evitando que existan inundaciones e impactos negativos en la población, sino que aprovecha esta agua captándola para diferentes usos como pudieran ser el consumo humano, el riego de jardines, así como el uso industrial o recreativo, por citar algunos ejemplos.
Además, son ciudades que respetan el ciclo del agua de manera armoniosa y se favorecen de éste para generar beneficios como la convivencia humana, el cuidando el medio ambiente y la prosperidad económica. Se conforman de ciudadanos informados que cuidan el agua y están preocupados en la gestión que se haga de la misma participando en la toma de decisiones.
Desafortunadamente lo que muchas veces vemos en México son ciudades en las que se incendian los bosques, en ocasiones por falta de una adecuada vigilancia, generando contaminación y mermando la capacidad de absorción del agua hacia los mantos acuíferos al no haber vegetación que retenga la lluvia.
También vemos ciudades que son una “plancha” de concreto en las que no hay posibilidad de drenar agua, generando inundaciones ante las precipitaciones, debido a que se construyeron avenidas donde antes había ríos; además, no hay una separación del drenaje pluvial con el drenaje sanitario haciendo que el agua de lluvia se contamine al mezclarse con las aguas negras. Asimismo, en lugar de privilegiar la eficiencia en el manejo y uso de agua tanto para uso agrícola, industrial y doméstico, se busca traer agua de lejos generando problemas sociales y muchas veces daños al ecosistema como podría suceder en un transvase de cuenca.
Sobre los espacios naturales y los servicios ecosistémicos que pudieran brindar, lo que observamos es una urbanización constante en ciudades que han llegado al colapso. Hay una necesidad de centralización que hace que las ciudades crezcan más allá de sus posibilidades, cuando hay gran parte del territorio nacional que podría aprovecharse con mayor cantidad de recursos naturales. Por si esto fuera poco, se toman decisiones de crecimiento cuando no hay certidumbre de cuánta agua existe y para cuántos años hay disponibilidad de este recurso.
Por otro lado, de manera general, no existe una activa participación ciudadana en la toma de decisiones sobre el agua. Tradicionalmente, es el partido en el poder el que toma las decisiones, mismas que muchas veces buscan soluciones cortoplacistas y que no sean políticamente impopulares con la finalidad de no molestar al electorado, a cambio de descuidar el bienestar de las futuras generaciones poniendo en riesgo la factibilidad de las urbes en el largo plazo.
Ante este panorama es urgente hacer un plan para restaurar el ciclo del agua en las ciudades de México para devolverle a este preciado líquido su cauce natural y tener una mejor convivencia con éste. De esta manera estaremos en una mayor posibilidad de captar el agua de la lluvia y aprovecharla, evitando que existan inundaciones y desastres naturales. Además, si le ponemos un alto a la urbanización descontrolada y planificamos de manera ordenada el futuro de nuestras localidades, podríamos realmente ser una ciudad sensible al agua.