Europa, 2022. Rusia invadió a un estado soberano, Ucrania, violando su integridad territorial. Los pretextos fueron varios: que Rusia perseguía “desnazificar” al país, que la seguridad rusa se encontraba en peligro porque Ucrania había solicitado el ingreso a la OTAN y que Ucrania no era un estado independiente. En su cálculo, Putin supuso que se trataría de un blitzkrieg , pero nunca imaginó la determinación, destreza y acción decidida del presidente Zelensky, ni de la valentía y resistencia de los ucranianos para defender su territorio. La respuesta mundial no se hizo esperar. Los países europeos junto con EUA tomaron el liderazgo, dando respuesta a la agresión de Putin de varias formas: con severas sanciones económicas; apoyando a Ucrania con envíos de armamento para su defensa y capacitación, con ayuda humanitaria internacional; hasta presentar casos ante la Corte Penal Internacional por los crímenes de guerra de Rusia.
Esta incursión rusa pone a prueba el principio fundamental del derecho internacional consagrado en la Carta de las Naciones Unidas que es el reconocimiento de la igualdad soberana de todos los Estados: la prohibición del uso de la fuerza contra el territorio o la independencia política de un Estado y, en particular, la inviolabilidad de sus fronteras. Con este principio se pensó evitar las guerras por el uso indebido de la fuerza para redibujar las fronteras de un Estado. Éste y otros principios fundamentales del derecho internacional son la base del orden global, sobre todo en un mundo cambiante en donde se trata de evitar la anarquía para tener orden y estabilidad mundial.
Lo impresionante es que Rusia invadió por segunda vez a Ucrania. Putin ya había violado la integridad territorial de Ucrania en 2014 cuando se anexó la Península de Crimea, para ampliar sus fronteras al oeste y ganar acceso al Mar Negro por motivos políticos, económicos y de seguridad. Es muy probable que la tibia respuesta de Europa y EUA a la anexión total de Crimea haya envalentonado a Putin para realizar este ataque.
¿ERROR DE CÁLCULO DE PUTIN?
Definitivamente sí, porque Putin subestimó a Europa, EUA y a sus aliados (Gran Bretaña, Australia, Japón, Singapur, Corea del Sur) que se sumaron a la condena y sanciones, pero también porque subestimó por completo a Ucrania y pecó de excesiva confianza en su ejército. Un elemento importante para entender más a fondo este error estratégico de Putin es un concepto que académicos especialistas en Rusia han destacado en sus estudios. Este concepto fue acuñado por Putin, porque a diferencia de la era soviética, hoy día el Kremlin ya no promueve una ideología universal ni busca reconvertir a otros países. Más bien Putin ha cultivado esta idea del excepcionalismo ruso como un destino manifiesto euroasiático único, definido por la especialista en Rusia, Angela Stent, de Georgetown University en su libro Putin´s World.
En el mismo sentido, otro académico Stephen Kotkin, historiador e internacionalista de Princeton University, autor de tres volúmenes sobre la vida de Stalin, explica ese excepcionalismo como un comportamiento ruso donde lo más importante es ese sentido profundo de ser un poder providencial con una misión especial en el mundo, una especie de civilización en sí misma, algo muy específico. Pero para el profesor Kotkin este poder providencial tiene un grave problema: sus capacidades no coinciden con sus ambiciones, salvo en pocos episodios fugaces de su historia: cuando Pedro el Grande derrotó al rey de Suecia en el siglo XVIII, con Alejandro I cuando venció a Napoleón en el siglo XIX y en el XX cuando Stalin derrotó a Hitler. Después sucedía que la realidad se imponía y entonces volvía a aparecer esa brecha donde las ambiciones rusas eran mayores a su poderío.
En el marco de ese excepcionalismo o poder providencial es muy probable que Putin esté contemplando redibujar el mapa de Europa para regresar a las fronteras de la Rusia Imperial, ampliando sus pretensiones territoriales hacia Moldavia, Polonia, Rumania y Finlandia, por ejemplo. Es más, no deja de asombrar una declaración de Putin donde puntualiza que la mayor tragedia geopolítica del siglo XX fue el colapso de la URSS. Entonces la pregunta que surge ahora es ¿cuánto territorio permitirán Europa, EUA y sus aliados que Rusia arrebate a Ucrania? Aunque Rusia se anexe Donetsk y Luhansk, Europa y EUA deben continuar presionando con fuerza, sin ocasionar una escalada mayor del conflicto al punto de detonar una tercera guerra mundial nuclear. La comunidad internacional coincide en que Rusia debe pagar un alto precio por la violación a un principio fundamental, de otra manera la norma internacional perdería fuerza y sentaría un mal precedente. A su vez, los límites que le impongan a Rusia serán determinantes para el futuro de la estabilidad de las fronteras europeas y la reconfiguración de un nuevo orden mundial.
¿POR QUÉ AL FINAL PUTIN PERDERÁ?
El final de la guerra aún está dudoso. Esta guerra ya no fue un blitzkrieg y más bien es una guerra de desgaste. Al comienzo los objetivos rusos eran claros: asestar un golpe relámpago para derrocar al gobierno de Zelensky, ocupar Ucrania y convertirla en un estado títere al estilo de Bielorusia, o posiblemente hasta reincorporarla a Rusia para restablecer las fronteras de la Rusia Imperial. Con la derrota asestada al ejército ruso por los ucranianos en las afueras de Kiev, los objetivos cambiaron al punto de que por ahora los rusos solo buscan crear un puente terrestre entre Rusia y la Península de Crimea, y ocupar casi toda la región de Donbas.
Por su parte, los objetivos ucranianos cambiaron al darse cuenta que podían vencer a las fuerzas rusas, después de haber infligido una derrota al ejército ruso en las afueras de Kiev. Así, Ucrania pasó de una guerra convencional de sobrevivencia y de construir los cimientos de una insurgencia para que Rusia pagara por su agresión, a un objetivo más ambicioso donde Ucrania sabe que puede debilitar al ejército ruso y hasta vencer a Rusia con los nuevos envíos de armamento para su victoria.
A medida que pasan los días y continúa la guerra, se suman cada vez más voces en Europa y EUA que recomiendan detener la guerra y negociar un arreglo entre las partes: Italia propuso un plan de paz con 4 puntos; el presidente francés Macron subrayó la importancia de darle una salida a Rusia, para no crear una Rusia perdedora y resentida como sucedió con Alemania, engendrando a un Hitler revanchista; y el ex Secretario de Estado Estadounidense Henry Kissinger mal aconsejó que Ucrania considere ceder territorio a Rusia a cambio de la paz.
Sin embargo, una de esas voces experimentada y aguda fue la del británico John Sawers, ex Agente del MI6, quien advirtió que, si la diplomacia europea vuelve a permitir que Rusia se regocije de sus victorias militares en Ucrania, lo único que va a lograr es que Putin cobre mayor fuerza política doméstica y provoque que se sienta empoderado para lanzarse a una nueva aventura militar en un futuro próximo.
Por ahora se ha disipado el peligro de una guerra nuclear. La guerra terminará en la mesa de negociaciones. Y aunque Rusia gane en el campo de batalla, no debe ganar la guerra en sus propios términos porque el riesgo geopolítico y de seguridad para Europa es elevado. Menos aun cuando Alemania y Francia recientemente han expresado que Ucrania pertenece a la familia europea y están considerando su ingreso a la OTAN.
Rusia perdió la guerra desde el primer día, por la abierta y brutal agresión contra un país soberano al que llamaba país hermano , aunque pretenda mantener una guerra de desgaste. Ahora logró lo que no se había logrado hacía mucho tiempo: la unión entre Europa y EUA; una OTAN resucitada, fortalecida y con propósitos comunes; dos países neutrales, Suecia y Finlandia, tramitando su entrada a la OTAN; y una Ucrania respaldada por la comunidad internacional para su reconstrucción después de la guerra.