Pobreza y desigualdad, ¿cómo vamos Sofía?

Pobreza y desigualdad es un binomio que muchas veces se expone simplemente con porcentajes, pero para el que es necesario poner contextos, rostros y necesidades. En esta entrevista Sofía Ramírez Aguilar, directora general de México, ¿cómo vamos? habla sobre el tema que conoce muy bien y del que continuamente reporta con el afán de ir en busca de las soluciones para tener la película completa.
Adriana Reyes-Urrutia (ARU) ¿Cuál es la situación de la pobreza en México?
Sofía Ramírez Aguilar (SRA). La pobreza cayó por debajo de los niveles de 2018 y muy marcadamente por debajo de 2020, pero no mejoraron una serie de situaciones que impactan en varios indicadores como la pobreza extrema, métrica en la que se ubican las personas que con todo el ingreso disponible del hogar no alcanzan a comprar suficiente comida para los integrantes de ese hogar, y que también incorpora carencias sociales importantes, como en cobertura de salud, educación y alimentación suficiente.

El hecho de que la pobreza haya brincado de 8.7 millones de personas a casi 11 millones entre 2018 y 2020 era una preocupación mayúscula que no sabíamos si atribuirla a la entrada de la nueva administración, a la ralentización del crecimiento económico, a una mezcla de ambas o la falta de entrega de programas sociales a las personas adecuadas.

Con la fotografía que tenemos hasta 2022, incluso en lo que va de 2023, podemos atribuir a varios factores el incremento en la pobreza extrema en el periodo referido. En lo que respecto al periodo 2018-2020, principalmente, a la ralentización en el crecimiento económico que hubo en el 2019 y posteriormente a la pandemia en 2020 cuando se disparan los niveles de pobreza extrema y pobreza laboral, referida esta última a que con el ingreso laboral —no todo el ingreso, no las remesas, no las transferencias— las personas no alcanzan a comprar comida para todos los integrantes del hogar.

En México, ¿cómo vamos? revisamos la pobreza laboral de manera trimestral y de 36% se fue a 46 y 47% en cuestión de un par de trimestres, no obstante que estamos en una economía muy dinámica que ha venido integrándose de manera importante con América del Norte como resultado de una relación comercial que data mucho más allá del TMEC, de una frontera compartida, de la consolidación de las cadenas de suministro durante los últimos 40 años en el marco de un orden geopolítico mundial cambiante donde Estados Unidos necesita reubicar esas cadenas de suministro hacia su territorio.

Esa es una configuración de eventos a partir de la que debemos tener crecimiento económico, una condición indispensable —y creo que esa es la principal— para acabar con la pobreza, pero también para invertir dinero en reducir la desigualdad.

ARU. ¿Qué más se necesita para reducir la pobreza y la desigualdad?
SRA. Se necesitan políticas económicas, políticas sociales y políticas laborales que ayuden a que los ingresos de los hogares más pobres puedan incrementar su ingreso y también mayor empleo y mejor renumerado.

El problema de fondo es que vemos un mercado laboral preponderantemente informal; es decir, hay empleos pero sin la seguridad social que garantiza algún tipo de acceso a la seguridad en la salud y al reconocimiento legal del vínculo laboral.

Por lo tanto, lo que tenemos que voltear a ver es cómo promover la formalidad de esas unidades económicas a través de la inclusión financiera, el acceso a la capacitación para el emprendimiento y la promoción de la certeza jurídica que necesitan las unidades económicas para formalizarse. A la vez se tiene que enfrentar el gran reto que representa la delincuencia organizada, es decir, la extorsión porque no solamente es la corrupción que puedan enfrentar por parte del gobierno, sino la extorsión del crimen organizado, a través de, por ejemplo, el cobro del derecho de piso.

Otro tema que se suma para reducir la pobreza y la desigualdad es la baja participación de las mujeres en el trabajo remunerado. Las mujeres dedicamos el equivalente a 42 horas a la semana a labores no remuneradas, mientras que los hombres sólo 18; es el equivalente a una jornada completa la que dedicamos las mujeres a trabajar sin paga. No se trata de que todos dediquen tanto tiempo a las labores no remuneradas, se trata de que haya balance en la asignación del tiempo y, sobre todo, de cambiar la visión sobre los roles sociales por sexo.

Es cierto que hay un tema cultural en todo esto, pero lo que sí puede hacer el Estado mexicano es generar las condiciones para que haya un sistema nacional de cuidados que orqueste y siente las bases para que haya guarderías, escuelas de tiempo completo, estancias infantiles y cuidado de la tercera edad, sin olvidar lo que ya habíamos mencionado: revertir el mercado laboral informal y con baja participación de las mujeres.

ARU. ¿Cómo afecta esa realidad que reseñas al cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible?
SRA. Creo que el tema de fondo es que podemos acordar que la pobreza había venido disminuyendo prácticamente desde el 2016, con la interrupción por supuesto de la pandemia, y la desigualdad temíamos que se hubiese incrementado con la pandemia porque generalmente cuando hay un choque externo, los que tienen mayor resiliencia son aquellos que tienen mayores ingresos.

Y lo que vimos en términos de progreso social –un indicador que calculamos en México, ¿cómo vamos? a partir de 56 indicadores públicos que estiman la calidad de vida sin contabilizar ni el ingreso ni el gasto de las familias, ni del gobierno— es que se vio afectado en mayor medida en el sureste mexicano donde se registran los menores ingresos por habitante.

En los estados de mayores ingresos por habitantes que están en el norte, occidente y en la Ciudad de México pudimos ver que, aunque se vieron afectados con el choque de la pandemia, como venían creciendo en términos de progreso social más o menos a la misma tasa que el resto del país, incluyendo el sureste, el choque de la pandemia fue mucho menor en términos de la calidad de vida, entonces el sureste tuvo un impacto en el progreso social del doble que los estados más prósperos económicamente. Con ese indicador vemos que, a pesar de las ideologías y de cualquier crítica al capitalismo, sin crecimiento económico no hay manera de financiar una mejor calidad de vida.

Debemos reconocer que hemos avanzado en el diseño institucional y el mercado laboral se ha venido reformando en los últimos cuatro o cinco años, de tal forma que hay vacaciones dignas, ya no hay terciarización como mecanismo de evasión de pago de Seguridad Social y se ha aumentado de manera importante el salario mínimo, pero creo que ninguna de estas medidas podría ser sostenible, sobre todo el aumento en salario mínimo, si no hubiera crecimiento económico, condición indispensable para que las medidas de diseño institucional permitan tener una mejor distribución de la riqueza.

Hay que reconocerle a la administración actual estos cambios oportunos en la política laboral. Puede ser que el crecimiento económico no haya sido su mérito, pero si supo aprovecharlo para implementar medidas del mercado laboral que podrían ser beneficiosas para los trabajadores y las trabajadoras, y al final eso acaba disminuyendo la desigualdad.

¿Qué no está haciendo esta administración y si le toca? No está dando la certeza jurídica para las grandes inversiones, seguridad pública y no extorsión para que crezcan las pequeñas unidades económicas; tampoco está ofreciendo capacitación ni crédito suficiente.

Tenemos un problema de productividad muy importante y eso hace que las desigualdades se acentúen, porque las personas menos educadas y dónde hay menos inversiones de capital es donde la gente es más improductiva porque no tienen los elementos de inversión previos para poder ser productivos.

ARU. Mejorar la productividad y la capacidad de crecimiento es crucial para avanzar hacia el desarrollo incluyente y sostenible. Suena como una receta, pero ya ves que no hay medicinas para surtir la recetas, entonces ¿cómo le hacemos?
SRA. El tema de la productividad es bien interesante porque hablaba de la informalidad laboral donde seis de cada 10 trabajadores/trabajadoras tienen empleos de mala calidad (en la informalidad laboral), y si consideras que estas personas tienen en promedio una productividad que es una sexta parte de la que tienen las personas en el empleo formal, podríamos deducir que se necesitan empleos de calidad para todos, empleo formal; segundo el hecho de que ese empleo formal cuesta el doble, cuándo es seis veces más productivo en promedio, habla de qué hay un castigo a la paga del empleado formal. Recordemos que son los trabajadores menos capacitados quienes pasan más tiempo en empleos informales, y preponderantemente en unidades económicas pequeñas, que no crecen ni pueden invertir en capacitar a su personal, según lo ha documentado Santiago Levy en distintas entregas. Entonces la improductividad es un problema de la estructura de nuestra economía, que no dota de financiamiento ni capacidad para crecer y hacer a las pequeñas unidades económicas más eficientes y formales.

El empleado informal es menos productivo porque le pagas menos y un empleado mal pagado no está animado, ni entusiasmado, ni comprometido y obviamente se va a ir en la primera de cambios a donde le paguen un poquito más. Pero un empleado informal también más improductivo porque no tiene las herramientas, ni la maquinaria, ni la forma de hacer su trabajo más rápido y con mayor calidad.

El tema de fondo está en que la gente que trabaja en la informalidad no es más floja; es un hecho qué si no tienes las oportunidades no vas a tener acceso a mejores empleos y de ahí se deduce que lo que necesitamos es mejor la calidad de la educación y de la capacitación, pero también de acceso al crédito de las pequeñas unidades económicas.

Sobre la educación, las personas que tienen primaria ganan más o menos el equivalente al salario mínimo ajustado que alcanza para una y media canastas básicas (canasta alimentaria y no almentaria), pero con eso no alimentas a una familia de cuatro. Si trabajan dos, alcanza para comprar cosas mínimas para tres personas, no para cuatro. El ingreso mejora si las personas tienen secundaria o preparatoria y luego hay un brinco hacia quienes tuvieron educación profesional, y otro brinco para las personas que tienen posgrado.

Esos brincos tendríamos que irlos cerrando, matizando. No se trata de que todos ganen lo mismo, simplemente que haya un salario digno o de calidad de vida mínima para todas las personas, que no sea de miseria, y que ese piso de ingreso mínimo no estuviera comprometido con menores niveles educativos. Queremos una vida digna, próspera y justa para todos; no ingresos de miseria para quien no tuvo la fortuna de terminar la secundaria.

Porque lo más probable es que quienes hayan dejado la escuela, no tuvieron un hogar donde hubiera suficiente dinero y tuvieron que ir a trabajar desde muy temprano en la vida; ahí es donde ves que la perpetuación de la pobreza tendría que ser modificada a través de políticas públicas redistributivas y hoy ves a través de los estudios que ha hecho, por ejemplo en la OCDE, que México es uno de los países que menos redistribuyen la riqueza por la vía fiscal. En México cobras impuestos a los más ricos y se los devuelves a los más ricos, no a los más pobres. A los más pobres no les cobras, pero tampoco les regresas. Lo que se tiene que hacer es igualar el piso por la vía fiscal, y ese proceso empieza por una revisión del gasto, luego una mayor recaudación a nivel local, atender la evasión y hasta entonces revisar la política de recaudación.

ARU. El tema que desarrollarás en la Convención IMEF 2023 (15,16 y 17 de noviembre) es, Trazando el camino hacia la equidad: desigualdade y pobreza en México ¿qué incluirás en esos trazos? SRA. La experiencia en apertura comercial y las cercanías geográficas, así como la coyuntura geopolítica mundial, que son los grandes detonantes del crecimiento pospandemia para México. Además, revisaré la política fiscal, sobre todo el gasto, es decir, cómo estamos gastando el dinero público que tenemos, lo que implica un mejor diseño de la redistribución del gasto público, entre otros temas.

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El tema de la pobreza y desigualdad es amplio, importante y delicado. De las tres características la tercera, por su propia definición podría no encajar desde algunas perspectivas, pero desde otras sería la más importante, porque pobreza y desigualdad engloban derechos humanos elementales como alimentación, salud, trabajo, vida digna.

En el IMEF, pobreza y desigualdad es una realidad que debe abordarse para proponer soluciones. La Convención IMEF 2023 es un foro en el que se debatirá los días 15, 16 y 17 de noviembre sobre esta realidad desde diferentes ópticas.
Editora de la Revista News IMEF
Mail: adria.urrutia@gmail.com

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