Oportunidades y barreras: la inclusión financiera como clave del progreso

En alguna ocasión escuché a una persona en una reunión afirmar con convicción que la gente no progresa porque no aprovecha las oportunidades. «Programas y oportunidades hay muchas», decía con seguridad. Su comentario resonó en la sala, generando un murmullo y, en mi caso, cierta inconformidad. Sin embargo, mientras reflexionaba sobre sus palabras, me di cuenta de que esta afirmación, aunque cierta en algunos aspectos, también oculta una realidad más compleja que solo se percibe cuando te abres a las diversas estructuras de nuestra sociedad.
Por Paola María del Sol Vázquez Villegas
Es innegable que existen programas y oportunidades que buscan impulsar el desarrollo personal y profesional. Desde becas educativas hasta programas de emprendimiento. Las opciones están ahí, disponibles para quienes desean tomarlas. Pero ¿por qué tantas personas siguen enfrentando barreras para alcanzar el éxito?

Recuerdo una historia. En una ocasión, tuve la oportunidad de platicar con Don Jaime, una persona de la tercera edad que recogía cartón en un carrito hecho por él mismo. Me acerqué con gran entusiasmo para decirle que sabía de un lugar donde podrían ayudarlo y regalarle un móvil para que le facilitara la recolección de cartón.

Con un semblante agradecido, me dijo: «Hace muchos años que no tengo papeles, no se leer, no se escribir, y ‘esas personas’ me piden cosas que en mi vida no pude aprender». Me dio una palmada en la espalda y añadió que, aunque sabía que su situación no era fácil, agradecía tener salud para seguir adelante.

Su respuesta encierra un concepto que a menudo se pasa por alto: la inclusión. No basta con que existan oportunidades; estas deben ser accesibles, comprensibles y relevantes para todos. Aquí es donde surge una de las brechas más significativas en nuestra sociedad: la inclusión financiera.

La inclusión financiera se refiere al acceso equitativo a servicios financieros útiles y asequibles que cubran las necesidades de las personas y las empresas como transacciones, pagos, ahorros, crédito y seguros. Sin embargo, en México, alrededor del 47% de los adultos carece de una cuenta bancaria y más del 40% de la población no tiene acceso a servicios financieros formales. Estas cifras reflejan la magnitud del desafío.

Imaginemos a un emprendedor con una idea brillante, pero sin acceso a financiamiento formal. Según datos del Banco Mundial, solo el 36% de las pequeñas y medianas empresas en México tiene acceso a crédito, por lo que sus posibilidades de éxito disminuyen drásticamente. O pensemos en una familia que desea ahorrar para el futuro, pero no tiene acceso a una cuenta bancaria ni a servicios de asesoría financiera. En este caso, solo el 15% de las familias mexicanas logra ahorrar en instituciones financieras.

El problema no es solo la falta de oportunidades, sino las barreras que impiden que éstas lleguen a todos. Estas barreras pueden ser económicas, educativas, tecnológicas o incluso geográficas. Por ejemplo, más del 50% de los municipios en México no cuentan con presencia física de instituciones financieras, y la falta de educación financiera limita la capacidad de las personas para tomar decisiones informadas. Según la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (CONDUSEF), solo el 30% de la población mexicana tiene conocimientos básicos sobre productos financieros.

Es aquí donde la inclusión financiera juega un papel crucial. Al derribar estas barreras y garantizar que todos tengan acceso a servicios financieros, estamos no solo proporcionando herramientas para el progreso individual, sino también construyendo una sociedad más equitativa y resiliente.

Cerrar las brechas de inclusión financiera requiere un esfuerzo conjunto. Las instituciones financieras deben innovar para llegar a poblaciones desatendidas, los gobiernos deben promover políticas que incentiven la inclusión y como sociedad debemos educar y apoyar a quienes aún están al margen.

Al final del día, la verdadera prosperidad se mide no solo por la cantidad de oportunidades disponibles, sino por cuántas personas pueden realmente acceder a ellas y beneficiarse de las mismas. Invertir en la inclusión financiera no es solo un acto de justicia social, es una inversión en el futuro de todos.
La inclusión financiera juega un papel crucial. Al derribar las barreras y garantizar que todos tengan acceso a servicios financieros, no solo proporcionamos herramientas para el progreso individual, también construimos una sociedad más equitativa y resiliente.
Al final del día, la verdadera prosperidad se mide no solo por la cantidad de oportunidades disponibles, sino por cuántas personas pueden realmente acceder a ellas y beneficiarse de las mismas.
*Presidenta de Inclusión Financiera IMEF
Linkedin: Paola Vázquez
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan la opinión del IMEF.

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