En el ánimo de contribuir con algunos elementos, propongo una revisión histórica del Dow Jones que nos permita identificar el origen del ciclo ascendente de largo plazo que llevó a situar a este indicador en niveles cercanos a los 37,000 puntos, para tener una idea de la duración en el tiempo del hasta entonces ciclo favorable.
La serie de tiempo nos lleva al mes de abril de 2009, precisamente cuando el Dow Jones tocó fondo, después de la severa contracción originada por la crisis inmobiliaria y crediticia que se presentó en el vecino país del norte. O sea que, en una primera aproximación, se puede decir que la bonanza en los mercados financieros tuvo una duración cercana a 13 años, uno de los ciclos de largo plazo de mayor permanencia. Frente a este hecho, convendría preguntarse sobre la extensión de tiempo que implica la inversión de largo plazo. ¿La inversión tiene que ser de por vida? ¿O más allá del ciclo vital de la persona? ¿Cuál es la extensión de tiempo idónea?
Adicionalmente es necesario agregar que tal evolución favorable de largo plazo no estuvo exenta de sobresaltos importantes en varias ocasiones, con la salvedad que las recuperaciones que se presentaban en su momento llegaron a situar a las cotizaciones en niveles superiores de manera paulatina, con independencia de las explicaciones que se ofrecieran o las razones que soportaran el optimismo del momento. Lo cierto es que, hasta principios de 2022, los ajustes a la baja registraron recuperaciones que en todo momento borraron la posibilidad de un cambio de tendencia de mayor duración, justificando con ello la permanencia con los activos.
Actualmente, sin embargo, con los ajustes que se observan, nos encontramos otra vez con la incógnita propia de estas situaciones. ¿Estamos en una nueva tendencia negativa de largo plazo? El acertijo está sujeto a consideraciones que tienen que ver con el entorno mundial, específicamente con la evolución de la inflación, las decisiones de los bancos centrales —la FED en particular—, una desaceleración en el crecimiento global, la guerra que se libra en Ucrania y el desenlace que pudiera tener el enfrentamiento entre Estados Unidos y China, situaciones que están sujetas a un buen número de deferencias que conllevan escenarios de todo tipo.
¿Cuáles son las razones para que todas estas circunstancias tengan que ver con la evolución de los mercados financieros? No perdamos de vista que cuando hablamos de cotizaciones en la renta variable, implícitamente nos estamos enfocando a lo que sucede y puede afectar a la evolución de las empresas y, dada la complejidad del momento actual, la conclusión en cada una de estas variables será determinante para explicar el futuro de los negocios y de las cotizaciones de sus acciones.
Así, por ejemplo, uno de los escenarios implícitos plantea la posibilidad de que la dinámica productiva de las naciones paulatinamente ofrezca ritmos decrecientes, que se traduzcan en lo que se conoce como recesión, con las consecuencias negativas que conlleva. Tal hipótesis surge cuando se señala que el fenómeno inflacionario no es posible enfrentarlo únicamente con decisiones de política monetaria, como las que han implementado en las últimas fechas los distintos bancos centrales, sino que también es indispensable que las cadenas de valor restituyan su funcionamiento normal. Y para ello se requeriría la solución del conflicto bélico que se desarrolla en Ucrania, así como la disminución de las tensiones prevalecientes entre China y Estados Unidos.
Claro que no es propósito de este espacio construir escenarios que nos lleven a imaginar aconteceres favorables o desfavorables, que darían como resultado una tendencia determinada en la evolución de los precios de las acciones, positiva o negativa para los indicadores bursátiles, pero si dejar en claro que el futuro esperado de las empresas y de las cotizaciones de sus acciones, está determinado, además del manejo empresarial, por el conjunto de variables que tienen que ver con la marcha económica del mundo en general, específicamente en lo que se espera de la producción y de la inflación mundial.
De esta manera, para los mercados financieros, los temas de la guerra, pandemia y las decisiones de política monetaria en los bancos centrales, constituyen los aspectos centrales por su influencia en la evolución de la producción y de los precios, y con ello de lo que se puede esperar en la marcha de las empresas.
Por lo pronto, además de esas consideraciones, surgen señalamientos en el sentido de que en la evolución del Dow Jones se formó una señal de agotamiento del largo ciclo ascendente, durante los cuatro primeros meses del presente año. Y a diferencia de los ajustes anteriores observados durante el transcurso de la segunda década del presente milenio, la situación de los indicadores aún no permite suponer la conclusión del ciclo bajista.
¿A qué nos referimos? En el periodo enero-abril de este año claramente se identificó el máximo de la tendencia, con intentos alcistas mensuales posteriores que nunca alcanzaron el máximo prevaleciente, generando la primera condición de la tendencia de baja de largo plazo. Y en lo sucesivo, la evolución negativa ha ido generando nuevas condiciones que fortalecen la posibilidad de una mayor profundidad en la tendencia de baja.
En efecto, frente a la debilidad de los indicadores mensuales, los de tendencia semanal se ubican en situaciones de debilidad, que permanecen hasta la fecha. Por lo que, para generar un escenario distinto, favorable, será necesario la existencia de nuevas condiciones en el entorno y en los niveles de precio de los indicadores bursátiles que permitan apuntalar un ambiente positivo.
Con ello nos referimos a que el actual nivel de precios del Dow Jones, claramente se ubica por debajo de los promedios semanales, que técnicamente supone la continuación de la tendencia desfavorable. O bien que otros indicadores de tendencia, como los de convergencias y divergencias, continúan con características también negativas.
Incluso, con un mayor acercamiento, los propios indicadores de corto plazo están en un proceso de indefinición que, ante la eventualidad de una recuperación repentina, difícilmente podría suponer la existencia del fin del proceso de ajuste en las cotizaciones.
Por el momento se puede decir que la evolución de la inflación y de las últimas decisiones en materia de política monetaria, además de las condiciones técnicas, aún no configuran razones de peso para suponer un cambio en el ambiente negativo. Enarbolar argumentos en sentido distinto, será todo un reto que deberán asumir quienes estén en esta hipótesis. El único dato favorable se centra en la existencia del mínimo alcanzado en el pasado mes de junio, cuando se ubicó en 29,600 puntos. Su validación podría brindar nuevos escenarios y estrategias. Por ahora, las suposiciones son altamente riesgosas; es así debido a que en su momento la señal de debilidad de los primeros meses no se aprovechó debidamente.
Por esas consideraciones, hablar de largos plazos en situaciones como las actuales, no necesariamente garantiza que las decisiones que se tomen para invertir los recursos en renta variable serán exitosas; tal consideración supondría implícitamente que el ciclo expansivo que se inició en 2009 tendría que extenderse por algunos años más, sin que existan argumentos que sostengan tal aseveración.
Técnicamente también supondría que la nueva recuperación llevaría al Dow Jones por arriba de los 37,000 puntos, expectativa muy cuestionable. Lo que sí queda claro es que, si la recuperación que se presente no tiene la fuerza suficiente para superar el nivel mencionado, se estarían formando las condiciones que permitirán suponer un cambio de tendencia de mayor duración. O sea, estaremos ante la realidad de un mercado bajista, y con ello se anularía el mito de que la inversión de largo plazo invariablemente anula cualquier posibilidad de equivocarse.