Febrero inició con una abultada agenda de decisiones de política monetaria. El mercado esperaba ampliamente las alzas por parte de los bancos centrales de EE.UU. (+25pb), la Eurozona (+50pb) y Reino unido (+50pb). Vale la pena señalar que la Reserva Federal moderó por segunda ocasión el ritmo del ciclo restrictivo, en una decisión unánime, a 25pb desde 50pb en diciembre y 75pb en noviembre, para ubicar la tasa en un rango de 4.50%-4.75%. Además, las expectativas se mantuvieron ancladas a una tasa terminal de 4.75%-5.00%.
Sin embargo, los más recientes datos económicos apuntaron a que la batalla contra la inflación aún no se ha ganado, por lo que los inversionistas aumentaron sus apuestas sobre que el ciclo restrictivo se extenderá más de lo anticipado. Con ello, incrementó la incertidumbre de qué tan altas serán las tasas terminales y por cuánto tiempo se mantendrán elevadas. Ahora, el mercado espera que la Reserva Federal lleve a cabo alzas de 25pb en las reuniones de marzo y mayo, con un ajuste de la misma magnitud en junio ganando impulso. Esto implicaría que el rango de los Fed funds se ubique por arriba de 5.00%-5.25%, nivel terminal que se alcanzó en el periodo restrictivo de 2004 a 2006.
En este contexto, la curva de Treasuries profundizó su inversión como resultado de mayores presiones en el extremo corto. A inicios de mes, la Nota del Tesoro de 2 años cotizaba en 4.10% y ahora se ubica en 4.64%, por lo que el diferencial con la referencia de 10 años se amplió nuevamente a mínimos de cuatro décadas de -87pb. Como es bien conocido, la inversión de la curva ha precedido a episodios de recesión por lo que los temores de una recesión global se mantienen en la mente de los inversionistas con mayores dudas sobre un aterrizaje suave de la economía (soft landing).
Por su parte, la divisa norteamericana se benefició del cambio en las expectativas hacia una tasa terminal más alta. El índice BBDXY –que mide la fortaleza del dólar frente a una canasta de 10 monedas– detuvo su caída de poco más de 10% desde su punto más fuerte en 20 años (1,353 puntos) alcanzado en septiembre. Con ello, el dólar ha ganado alrededor de 2.5% en el mes, avanzando contra la mayoría de las divisas desarrolladas y emergentes. El primer grupo registra caídas de hasta 3.8% y el segundo de 6.5%.
En Banorte consideramos que la divisa seguirá resiliente, al menos en la primera mitad del año, respaldada por la alta tasa de Banxico y el mayor diferencial en las tasas de interés entre México y EE. UU. de 625pb desde 600pb. Con esto, la divisa ha incrementado su atractivo por carry relativo a otros países emergentes que han concluido su ciclo restrictivo como es el caso de Brasil (13.75%) y Chile (11.25%).
A nivel local, Banco de México sorprendió a los inversionistas al desligarse del Fed con un alza de 50pb, llevando la tasa de referencia a 11.00%, nivel con el que se esperaba que concluyera el ciclo al cierre de marzo. El tono del comunicado fue bastante hawkish por lo que el mercado rápidamente recalibró sus expectativas hacia una tasa de 11.50%, equivalente a alzas de 25pb en marzo y mayo. Este cambio de paradigma provocó un fuerte repunte en las tasas muy similar al episodio de estrés observado al inicio de la pandemia. En tan solo dos días, el Bono M de 2 años perdió 81pb y alcanzó máximos históricos de 10.85%. En el cambiario, el peso mexicano se separó de sus pares emergentes, buscando perforar el psicológico de 18.50 por dólar.
En Banorte consideramos que la divisa seguirá resiliente, al menos en la primera mitad del año, respaldada por la alta tasa de Banxico y el mayor diferencial en las tasas de interés entre México y EE.UU. de 625pb desde 600pb. Con esto, la divisa ha incrementado su atractivo por carry relativo a otros países emergentes que han concluido su ciclo restrictivo como es el caso de Brasil (13.75%) y Chile (11.25%).