La guerra de chips ha limitado las exportaciones y el acceso a tecnología de punta, lo que plantea una nueva dinámica para la fabricación de diversos productos electrónicos tanto en China como en Estados Unidos. Los vetos han ido uno tras otro en un mercado que en 2022 registró ventas aproximadas a 600, 000 millones de dólares, una contracción en 2023 y, según los datos de Statista, augura una expansión en este año. Pero ¿qué pasa con las dos potencias?
Algunos apuestan por el mantenimiento del liderazgo de Estados Unidos y sus aliados en el diseño y fabricación de chips; otros a que China va a arrasar en la carrera para construir fábricas de chips, avalan el comentario por las inversiones del país asiático en este rubro.
De acuerdo con SEMI, asociación internacional que aglutina aproximadamente 3 mil empresas de la industria de los chips, entre 2022 y 2024 se esperaba la operación global de 82 nuevas plantas de semiconductores, de éstas 18 son chinas y comenzarán operaciones en este año, lo que permitirá a China incrementar su capacidad de producción de chips en 12%. El último informe de SEMI pronosticó que durante 2024 la producción global de semiconductores aumentaría en 6.4%.
Pero no todo va en si produce más, sino en cómo y con qué. En casi todas las fases del proceso de producción de semiconductores, China depende de la tecnología de sus rivales geopolíticos: Taiwán, Japón, Corea del Sur o Estados Unidos.
De acuerdo con investigaciones del Centro de Seguridad y Tecnologías Emergentes de la Universidad de Georgetown, en toda la cadena de suministro de semiconductores, que combina el impacto del diseño de chips, la propiedad intelectual, las herramientas, la fabricación y otros pasos, las empresas chinas tienen una proporción de mercado del 6%, frente al 39% de Estados Unidos, 16% de Corea del Sur y 12% de Taiwán.
Por lo que la preocupación en la guerra de los chips no tiene que ver con la participación de mercado de los chips terminados o de sus componentes, ya que la participación de mercado de China no llega a los dos dígitos y ninguna de sus fábricas utiliza tecnología avanzada de alto valor agregado, por lo tanto, las restricciones a los semiconductores impuestas a China por la administración de Biden no tienen que ver principalmente con el comercio, sino con el equilibrio de poder militar.
Los analistas esperan una tensión continua entre Estados Unidos y China por dos razones: porque el país americano se ha comprometido a mantener su ventaja sobre China (la Ley de Chips es una muestra de ello) y porque el asiático está comprometido a tratar de utilizar cualquier método posible para ponerse al día, incluyendo cuantiosas inversiones.
En su libro La guerra de los chips: La gran lucha por el dominio mundial (Ediciones Península, 2023) Chris Miller apunta que si hay un conflicto que está definiendo ahora mismo la geopolítica mundial es la guerra de los chips, ya que todas las tecnologías actuales —de los misiles a los microondas, de los smartphones a los coches— funcionan con semiconductores.
Por lo tanto, señala Miller, la economía mundial, el equilibrio de poderes, la supremacía militar y el desarrollo industrial dependen de la producción de chips y su cadena de suministro que es una de las más complejas que existen: se extiende desde Europa (que no es un gran productor de chips, pero sí de las máquinas que hacen chips) hasta Asia, pasando por Norteamérica, por lo que no hay una sola empresa, ni siquiera un solo país que pueda producir chips de vanguardia por sí solo.
En este preludio, los analistas esperan una tensión continua entre Estados Unidos y China por dos razones: porque el país americano se ha comprometido a mantener su ventaja sobre China (la Ley de Chips es una muestra de ello) y porque el país asiático está comprometido a tratar de utilizar cualquier método posible para ponerse al día, incluyendo cuantiosas inversiones. En septiembre de 2023 la agencia Reuters informaba que la Administración de Xi Jinping preparaba una inyección de 41 mil millones de dólares, que sumados a los 19 mil millones de 2014 y los 27 mil 500 millones de 2019 hacen un acumulado cercano a los 90 mil millones de dólares en 10 años.