La economía mexicana va a crecer este año alrededor de 3.5%. Esto es algo muy positivo, pero hay que ponerlo en contexto antes de celebrar porque este tipo de crecimiento económico puede asemejarse a un carro que es empujado a mano: avanza, pero al no tener un motor propio no llegará muy lejos.
En este sexenio el PIB inició con una pequeña caída y recesión en 2019. En 2020, el PIB se desplomó casi 9%, consecuencia de la inercia negativa que traía la actividad económica y de la falta de una política fiscal contracíclica al no querer endeudarse el gobierno. En 2021, el rebote del PIB fue de 6%, un gran crecimiento, pero insuficiente para resarcir lo perdido durante 2020.
En 2022, la economía creció 3.9% y regresó a los niveles de PIB de 2018. Sin embargo, al dividir el PIB por habitante, mostró un rezago de 3.69% respecto a 2018, e inclusive con un crecimiento de 3.5% en 2023, el PIB per cápita se ubicaría 1.25% por debajo de niveles del 2018, por lo que se espera una recuperación completa hasta 2024.
Otro punto relevante es de dónde proviene el crecimiento económico. La economía mexicana primero rebotó debido al crecimiento de las exportaciones, que crecieron 18.64% en 2021 y 16.73% en 2022 ante la rápida recuperación de Estados Unidos. Las exportaciones se han desacelerado, creciendo 3.78% en los primeros ocho meses del 2023 respecto al mismo periodo del 2022. No obstante, el consumo sigue creciendo, alcanzando en julio del 2023 un nuevo máximo histórico y acumulando en los primeros siete meses del año un crecimiento de 4.37% respecto al mismo periodo del 2022.
Actualmente la tasa de desempleo está en niveles mínimos históricos y el salario promedio ha subido, generando crecimiento en la masa salarial real. Considerando información del IMSS, la masa salarial real creció en septiembre a una tasa anual de 9.58% y apenas en junio creció a una tasa anual histórica de 10.02%. Sin embargo, sigue preocupando que hay un alto porcentaje de informalidad laboral, con más de 55% de los ocupados bajo esta circunstancia.
En 2023 las remesas han perdido poder adquisitivo por la apreciación del peso y se proyecta que en todo el año muestren una contracción de 9.89% con respecto al 2022, siendo la primera caída desde 2013 y la mayor desde 2010. Lo anterior se ha compensado por la expectativa de que el monto de transferencias del gobierno se incrementará en enero 2024 y ha habido un mayor otorgamiento de crédito.
De acuerdo con datos del Banco de México, la cartera de crédito vigente al sector privado no bancario creció a una tasa anual real de 6.0% en agosto, con el crédito al consumo creciendo 12.9%, impulsado por tarjetas de crédito (+17.2% anual), crédito automotriz (13.9%), créditos de nómina (+10.5%) y créditos personales (+7.9%), mientras que el crédito de vivienda creció 5.5% anual.
Por su parte, el sector construcción ha mostrado un repunte extraordinario, como consecuencia de la construcción no residencial por las obras públicas. Esto es directamente resultado de las obras de infraestructura llevadas a cabo bajo esta administración, como el Tren Maya, la refinería Dos Bocas y el AIFA.
Esto sugiere que el flujo circular de la economía se ha acelerado, pero en buena parte debido a la gran cantidad de transferencias que el gobierno reparte y a las obras públicas que realiza.
Se dan transferencias y la población las gasta. Esto aumenta las ventas de las empresas, que contratan más personal para poder vender más. Así, la tasa de desempleo baja y sube la masa salarial. La gente gasta más y suben las ventas de las empresas y así sucesivamente.
Algo similar sucede con las obras públicas. El gobierno gasta y sube el sector construcción, con esto sube la inversión fija bruta y el PIB. Bajo circunstancias de rentabilidad social positiva y gasto hecho bajo finanzas públicas sanas sería algo favorable. Sin embargo, para 2024 se contempla un elevado déficit fiscal, el mayor desde 1988, que dejará sin espacio a la siguiente administración para hacer grandes obras de infraestructura. Esto implica que en 2024 seguirán los grandes crecimientos en el sector construcción en la parte no residencial y que la inversión fija bruta seguirá alcanzando nuevos máximos históricos, pero en 2025 se observarán desplomes en estos rubros.
Este tipo de crecimiento económico puede asemejarse a un carro que es empujado a mano: avanza, pero al no tener un motor propio no llegará muy lejos.
Además, las transferencias del gobierno han crecido a un ritmo elevado y se espera que esto continúe en 2024. En México un componente importante de las transferencias son las pensiones no contributivas, explicadas principalmente por el programa de Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores, con 92.8% del total y el programa para Personas con Discapacidad Permanente con 7.2% del total. Por su parte las pensiones contributivas incluyen las pensiones y jubilaciones planeadas del IMSS, ISSSTE, Pemex, CFE y aportaciones a la seguridad social en los ramos generales.
En 2018 las pensiones no contributivas explicaban el 0.64% del gasto total del gobierno, mientras que las pensiones contributivas explicaban el 13.35%. De acuerdo con el presupuesto, en 2023 el 4.38% del gasto total se destinará a pensiones no contributivas y 15.33% para las pensiones contributivas, con el gasto en pensiones totales ubicándose en 19.71% del gasto total del gobierno. En el Paquete Económico 2024, se contempla que siga subiendo y explique 22% del gasto total.
No solo las pensiones implican un mayor gasto para el gobierno. Existen otros programas sociales que implican transferencias del gobierno: Sembrando vida, Jóvenes construyendo el futuro, Programa de becas de educación básica, Beca universal para el Bienestar Benito Juárez de Educación Media Superior, Beca para el Bienestar Benito Juárez de Educación Superior, Programa para el bienestar de niñas y niños hijos de madres trabajadoras, La escuela es nuestra, Producción para el bienestar, Fertilizantes, Vivienda social, Programa nacional de reconstrucción y Precios de garantía. Para fines de comparación, el ejercicio del gasto en estos programas es equivalente al 67.8% del gasto en pensiones no contributivas. Cabe mencionar que varios de estos programas no existían previo a la administración actual y en su lugar existían otros programas de asistencia, principalmente dedicados a la educación básica.
Considerando el gasto total en pensiones y las transferencias por los programas mencionados, el gasto social como proporción del gasto total del gobierno subió de 18.04% en el primer año de la administración a 21.49% en el último año de ejercicio completo (2022). Como proporción del PIB, el gasto social subió de 4.16% en 2019 a 5.50% en 2022.
¿SE VALE COPIAR?
Es posible que México esté aplicando el modelo de crecimiento económico de Argentina, al otorgar las pensiones no contributivas para favorecer el crecimiento económico. En Argentina, las pensiones no contributivas representaron entre 2001 y 2003 cerca del 3.9% de las pensiones totales. El crecimiento de las pensiones no contributivas ocurrió en los años de recuperación de la crisis del 2001, cuando se lanzaron y fortalecieron programas sociales destinados a mejorar la situación de personas en pobreza de forma “transitoria”. En 2004 las pensiones no contributivas como proporción de las pensiones totales subieron a 5.5% y alcanzaron un máximo de 13.4% en 2014, para estabilizarse en un promedio de 11.3% en los últimos 10 años.
Como proporción del gasto total del gobierno argentino, las pensiones contributivas se ubicaban cerca de 1.5% en 2004, subiendo hasta un máximo de 4.15% en 2013. A partir de ese año, las pensiones no contributivas se han ubicado entre 3 y 4% del gasto total. Sin embargo, las pensiones totales, que incluyen pensiones contributivas y no contributivas, muestran una lenta tendencia al alza desde 1994, pasando desde 26.88% del gasto en 2004 a 31.49% del gasto total en 2022. Incluyendo otras transferencias, el gasto social de Argentina explicó el 35.91% del gasto público total en 2022.
Argentina se recuperó más rápidamente de la crisis del coronavirus, en relación a México, logrando una recuperación a niveles del 2019 desde el tercer trimestre del 2021. Se estima que parte de la rápida recuperación de Argentina se debe a las pensiones no contributivas y transferencias, que genera un mayor crecimiento del consumo y del PIB dado que se gasta la mayor parte de la transferencia recibida.
Sin embargo, las pensiones no generan una mayor recaudación de impuesto sobre la renta y solo puede captarse un mayor ingreso para el gobierno a través del impuesto al valor agregado. Esto supone un cambio en el modelo de crecimiento de los países que eligen entregar transferencias a la población para propiciar un mayor crecimiento económico. Además, no es sostenible para las finanzas públicas en el largo plazo, al representar un mayor gasto sin la contrapartida de un mayor ingreso. Lo anterior se pone en evidencia en el déficit fiscal, que en Argentina ha oscilado entre 3.46% y 7.08% del PIB desde 2011 hasta 2022. Como consecuencia de este elevado déficit, la deuda total como proporción del PIB ha subido de 38.93% del PIB en 2011 a 84.47% en 2022, esto es un incremento de 45.5 puntos porcentuales en 11 años.
El crecimiento del gasto en pensiones y transferencias de programas sociales reduce el espacio fiscal del gobierno para realizar política pública y presiona las finanzas. En México desde 2020, el déficit presupuestario muestra una tendencia al alza, pasando de 1.6% del PIB en 2019 a 2.7% en 2020, 2.9% en 2021 y 3.2% en 2022. Para 2023 es probable que el déficit se ubique en 3.3% del PIB y para 2024 el Paquete Económico contempla un déficit del 4.9% del PIB, que de materializarse sería el mayor en registro desde 1988, lo cual no es sostenible en el largo plazo.
ENTRE GRAN NOTICIA Y PREOCUPACIÓN
Regresando al tema original del crecimiento económico: es bueno que esté cerca del 3.5%, pero no es sostenible la forma como se genera: no es posible mantener avanzando un carro empujándolo a mano.
Este tipo de crecimiento genera polarización entre los analistas, pues para unos es una gran noticia, para otros representa una preocupación. Además, al estar financiado el crecimiento por una mayor deuda, supone un lastre para las siguientes generaciones, en lugar de un impulso.