Los modelos económicos tradicionales han tratado a las personas como actores puramente racionales que tienen un perfecto autocontrol y nunca pierden de vista sus objetivos a largo plazo, o como personas que ocasionalmente cometen errores aleatorios que se anulan a largo plazo. Si esto es así ¿por qué una persona publicaría en redes sociales que cometió un ilícito?, o ¿por qué publicaría que está en una playa cuando no pidió permiso a su jefe para ir de vacaciones? Las redes sociales crean la ilusión de que solo nos están viendo quién nos interesa que nos vean. Usamos los medios digitales como si fuéramos los actores de nuestra propia obra de teatro, sin importarnos que exista un público que está juzgando nuestra actuación.
Cuando nos ponemos a pensar en las implicaciones y nos asomamos por detrás de la cuarta pared, siguiendo con la analogía del teatro, nos damos cuenta que, en lo que se refiere a publicar en redes sociales, aplica la máxima de “menos es más”. ¿Se acuerdan cuando comenzó a escucharse que los agentes de migración de Estados Unidos nos podían pedir nuestro celular para revisar nuestras redes sociales y constatar que no atacamos a Trump?
El ser humano es un animal racional y, por lo tanto, tiene la posibilidad de que todas las decisiones que toma diariamente sean informadas y le generen el mayor beneficio posible; sin embargo, no siempre sucede así, actualmente el mundo digital nos lleva a querer todo de forma inmediata, por lo que el espacio para el análisis se reduce y, en muchos casos, se sustituye por la impulsividad.
Esto se explica con algo llamado “economía del comportamiento”. Que, en su versión de la escucha digital, intenta explicar desde la observación de lo que se publica en medios digitales, fenómenos en los que los usuarios se comportan de alguna forma, cuando claramente les convendría comportarse de una manera diferente, incluso en muchas ocasiones, desde un punto de vista consciente.
La economía del comportamiento digital considera a las personas conectadas como usuarios que están sujetos a emociones e impulsividad, que se detona por situaciones que construyen otros usuarios en su entorno que tienen el poder de influir en su comportamiento, al grado que los llevan a tomar decisiones racionales y correctas, en el mejor de los casos o irracionales e incorrectas en el peor.
No es secreto que los individuos actuamos desde nuestros miedos y dudas. El motivador más poderoso para movilizar a la opinión pública digital es el miedo a perder el status quo y la duda es el vacío resultante del miedo, de la incertidumbre, la duda se debe llenar con certidumbre. Entonces, ahí estamos los usuarios, intentando dar certeza a nuestro presente, desde la experiencia, sin mayor guía que las reglas de Facebook, Instagram o Twitter.
Fundador y CEO de Metrics. Este artículo se publicó originalmente el 10 de junio de 2022 en el periódico El Financiero.