Recordemos que dicho presidente enfrentaba desde el inicio de 1982 una crisis económica en ciernes. A tres meses de entregar el poder a su sucesor, tomó la decisión visceral de estatizar al sistema bancario, desatando una grave crisis de fin de sexenio.
Su decisión fue consecuencia de un colérico capricho en contra de los banqueros a quienes culpó de la fuga de capitales y de la devaluación del peso. Ese 1 de septiembre lo recordamos golpeando con su puño y consignando: “¡Nos saquearon y no nos volverán a saquear!”, para justificar su acción.
López Portillo selló así, al final de su sexenio, su desprestigio y deshonra para pasar a la historia como uno de los peores mandatarios de nuestro país. Es altamente probable que nuestro López de 42 años después termine de la misma manera. Aunque las circunstancias son diferentes, no aprendió de ese episodio.
Con el avasallador triunfo de Morena el 2 de junio, eran innecesarios sus arrebatos de empujar una reforma judicial para dinamitar ese poder y proceder también a la eliminación de los organismos constitucionales autónomos, motivado porque no soporta contrapesos a su poder. Pero así como JLP hundió al país en una crisis económica y financiera con su capricho, AMLO, con su demencial Plan C, llevará a México a una profunda crisis que le heredará a su sucesora. La opción, que la ambición le impidió, era cosechar su popularidad con una extensa “gira del adiós” y dejarle a CS la decisión de las reformas. Se hubiera evitado la inminente crisis de fin de sexenio que se avecina y podría haber presumido el fin de su periodo sin paroxismos.
Pero hay una expectativa de crisis por parte del sector privado. La opinión sobre el clima de inversión y la marcha de la economía empeoraron después de la elección, tal como lo muestran los datos de la encuesta mensual de expectativas del sector privado del Banco de México.
En la última encuesta (Boletín del 1/08/24 página 20), ante la pregunta de “¿Cómo considera que sea la coyuntura actual de las empresas para efectuar inversiones?”. El porcentaje de respuestas que consideran que este es un mal momento fue de 53% en la encuesta de julio comparado con 44% en la de junio. Es decir, después de la elección, la percepción empeoró significativamente.
De igual forma, ante la pregunta de cómo se espera que sea el clima de los negocios en los próximos seis meses, en la encuesta de junio el 71% respondió que empeorará comparado con el 50% en la de junio. O sea, a pesar del abrumador triunfo de CS, este no generó mayor confianza.
CS cree que su retórica vacía sobre protección de las inversiones ante un cambio estructural con la reforma judicial basta para crear confianza. Las percepciones contrarias del sector privado le deberían preocupar. ¿Habrá alguien en su equipo que se atreva a mostrarle los datos de esa encuesta?
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