Hace algunos días (agosto de 2024) se publicó en la Universidad Nacional Autónoma de México, el documento titulado “Horizontes 2030 para el desarrollo” en la colección Informe del Desarrollo en México. El documento, coordinado por Enrique Provencio Durazo y Rolando Cordera Campos busca, “desde una perspectiva integrada, avanzar propuestas para atender los problemas que de manera crónica enfrenta el país en materia de crecimiento, combate a la pobreza y la desigualdad”.
En el primer texto, Jorge José Máttar Márquez abunda sobre el estado de cumplimiento general de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en México y señala que, de 2015 y hasta 2022 (último año con información disponible en la mayoría de indicadores), la mitad de los indicadores muestran una tendencia positiva; 69 indicadores muestran tendencia negativa; 31 muestran un comportamiento incierto y, para los 21 restantes no hay suficiente información para determinar una tendencia al 2030.
Esta falta de cumplimiento en los objetivos y la cercanía del horizonte temporal establecido obligan a la reflexión y la concientización pero, también obligan a la acción decidida y propositiva que, desde la Academia fomente la integración de un paradigma formativo con alto énfasis en la ética por y para la sustentabilidad.
En este texto se presenta una revisión breve de lo ético y lo moral para hacer algunos comentarios sobre el documento titulado “Manifiesto por la vida. Por una Ética para la Sustentabilidad”, elaborado por especialistas. Finalmente, se presenta una reflexión sobre la responsabilidad del docente en esta visión de la Ética de la sustentabilidad.
Se ha escrito con suficiencia sobre las similitudes y diferencias de lo ético y lo moral. Algunos autores se refieren a la ética como la ciencia específica de la conducta humana y a la moral como el objeto de estudio de esa ciencia humana. La ética es, en esa concepción, la ciencia de lo moral.
LO ÉTICO Y LO MORAL, IDEAS COMUNES
Se ha escrito con suficiencia sobre las similitudes y diferencias de lo ético y lo moral. Algunos autores como Ramírez Lozano se refieren a la ética como la ciencia específica de la conducta humana y a la moral como el objeto de estudio de esa ciencia humana. La ética es, en esa concepción, la ciencia de lo moral. Resultan ilustrativas las definiciones de Nicola Abbagnano en su Diccionario de Filosofía:
Ética:
En general, la ciencia de la conducta. Existen dos concepciones fundamentales de esta ciencia, a saber: 1) la que la considera como ciencia del fin al que debe dirigirse la conducta de los hombres y de los medios para lograr tal fin y derivar, tanto el fin como los medios de la naturaleza del hombre; 2) la que la considera como la ciencia del impulso de la conducta humana e intenta determinarlo con vistas a dirigir o disciplinar la conducta misma. […] La primera, en efecto habla del lenguaje del ideal al que el hombre se dirige por su naturaleza y, en consecuencia, de la “naturaleza”, “esencia” o “sustancia” del hombre. La segunda, en cambio, habla de los “motivos” o de las “causas” de la conducta humana o también de las “fuerzas” que la determinan y pretende atenerse al reconocimiento de los hechos.
Moral:
1. Lo mismo que ética.
2. El objeto de la ética, la conducta dirigida o disciplinada, el conjunto de los mores. Con este significado se usa la palabra en las siguientes expresiones: “la moral de los primitivos”, “la moral contemporánea”.
Al referirse a la distinción entre ambos términos, Ortíz Milán señala que tiene el carácter estipulativo es decir, que depende de cómo se usarán y por ello no puede haber un significado único y válido universalmente. Por ello, para efectos de este texto, se hará referencia a la ética en coincidencia con el Código de Ética del Contador Público del Instituto Mexicano de Contadores Públicos que la define como la parte de la filosofía que trata el conjunto de normas morales que rigen la conducta humana.
Ahora bien, ¿hacia dónde debe dirigirse esa conducta humana?, ¿qué debe buscarse con esas reglas y normas que integran la ética normativa? La respuesta es contundente y no deja lugar a dudas: hacia la sustentabilidad.
EL MANIFIESTO POR LA VIDA, UNA RESPONSABILIDAD ÉTICA
El documento titulado “Manifiesto por la vida: por una ética de la sustentabilidad” surge en 2002 durante un simpósio académico sobre Ética y Desarrollo Sustentable realizado en Bogotá, Colombia.
Con base en esa nueva concepción del mundo basda en nuevas formas de habitar el planteta, desarrolla una ética para la sustentabilidad que se basa en algunos preceptos y principios que se explicitan en el mismo documento: Ética de una producción para la vida; Ética del conocimiento y diálogo de saberes; Ética de la ciudadanía global, el espacio público y los movimientos sociales; Ética de la gobernabilidad global y la democracia participativa; Ética de los derechos, la justicia y la democracia; Ética de los bienes comúnes y del Bien Común; Ética de la diversidad cultural de una política de la diferencia; Ética de la paz y el diálogo para la resolución de conflictos y; Ética del ser y el tiempo de la sustentabilidad.
En el documento mencionado se promueve la Ética de la sustentabilidad como una forma de apelar a la responsabiildad moral de los sujetos, los grupos y el Estado y la construcción de nuevos acuerdos y saberes que prioricen la vida por encima de los intereses económico políticos y promueva la dignidad humana como el valor más alto y condicón fundamental para la reconstrucción –o reconciliación– del ser humano con la naturaleza.
DE LA REFLEXIÓN A LA ACCIÓN
Los tiempos actuales ya no son de reflexión sino de acción, se ha escrito tanto sobre la sustentabilidad que algunos autores como Toledo llaman ya a “impensar” el término; sin embargo, la labor docente y formativa actual debe encaminar esfuerzos no sólo al conocimiento técnico de las disciplinas sino a la contrucción de un nuevo paradigma ético y a una nueva forma de convicencia social. Es necesario que cada docente procure las condiciones para la generación de un conocimiento constructivo y responsable en favor de la sustentabilidad o, lo que Corasa y Pequeño han calificado como una “pedagogía de la otredad”.