Junto con la decisión de tasas, llegaron también nuevas proyecciones económicas que revelan las preocupaciones reales detrás de la calma aparente. Por ejemplo, el crecimiento esperado bajó de 2.1% a 1.7%, mientras que la inflación subió ligeramente de 2.5% a 2.7%.
Parte de este aumento inflacionario proviene de los aranceles impuestos por Trump, que están elevando los costos de importación y, al final del día, afectan directamente al consumidor. El mercado laboral, que ha sido un fuerte sostén para la economía estadounidense, también empieza a mostrar un incipiente deterioro, con una proyección de desempleo marginalmente al alza: de 4.3% a 4.4%.
Quizás una de las señales más interesantes vino del famoso dot plot, ese gráfico que refleja lo que piensan individualmente los miembros de la Fed sobre el futuro de las tasas. Si bien el gráfico muestra que la mediana sigue apuntando a dos recortes de tasas en 2025, ahora más miembros creen que no debería haber grandes cambios (un solo recorte o ninguno), señalando menos consenso sobre la necesidad de recortar tasas agresivamente. Esto refleja incertidumbre interna sobre cómo enfrentar una economía que parece más complicada cada día.
Las políticas arancelarias implementadas por la administración Trump han añadido una capa adicional de complejidad al panorama económico. Los aranceles incrementarán los costos de importación, lo que se traducirá en mayores precios para los consumidores y contribuye al aumento de la inflación. Esta situación limita la capacidad de la Fed para recortar las tasas de interés sin arriesgar un desanclaje de las expectativas inflacionarias.
Adicionalmente, la incertidumbre derivada de las políticas comerciales podría frenar la inversión empresarial y el gasto del consumidor, factores clave para el crecimiento económico. Además, la posibilidad de una guerra comercial prolongada podría tener efectos negativos adicionales en la economía.
La Fed enfrenta un panorama económico cada vez más complejo, marcado por una desaceleración del crecimiento, presiones inflacionarias persistentes y una creciente incertidumbre debido a las políticas comerciales y fiscales actuales. Un factor adicional complica la política monetaria: una deuda pública récord y un déficit fiscal en aumento. Con una deuda que ya supera el 120% del PIB y un déficit estructural que podría seguir ampliándose, la Fed podría eventualmente enfrentar restricciones adicionales en su capacidad de respuesta en el mediano plazo.
Un escenario de estanflación, caracterizado por estancamiento económico e inflación elevada, cobra fuerza.Si bien una desaceleración del crecimiento económico típicamente justificaría recortes en las tasas de interés, la persistencia de la inflación, impulsada por factores como los aranceles, las restricciones en la oferta laboral y la presión fiscal, limita la capacidad de la Fed para actuar sin poner en peligro su credibilidad en la lucha contra el alza de precios.
Además, el alto endeudamiento del gobierno significa que cualquier endurecimiento de la política monetaria incrementará los costos de financiamiento del Tesoro, elevando los rendimientos de los bonos y aumentando la presión sobre las finanzas públicas. Mientras tanto, una postura más acomodaticia podría incentivar aún más el endeudamiento, avivando las preocupaciones sobre la sostenibilidad fiscal en el largo plazo y contribuyendo a un ciclo de inflación persistente.
En este entorno, la Fed se encuentra atrapada entre dos fuerzas opuestas: una economía que pierde impulso y una inflación que cede lentamente. La posibilidad de que el crecimiento económico se estanque mientras la inflación se mantiene elevada crea un dilema similar al de la década de 1970, cuando la política monetaria se vio forzada a navegar entre recesión y crisis inflacionaria.
Powell y el FOMC deberán calibrar cuidadosamente sus decisiones, equilibrando la estabilidad macroeconómica con los riesgos financieros de una deuda creciente y un déficit fiscal estructural, en un escenario donde ya no existe un camino claro para la política monetaria.
Jerome Powell, presidente de la Fed, lo dijo claramente: «hay que ir con cuidado». No se trata solo de esperar, sino de estar preparados para reaccionar en cualquier dirección. Esa flexibilidad es comprensible en un contexto donde cada decisión tiene consecuencias importantes y cualquier movimiento en falso podría costar caro.