Esto es relevante, pues alzas en el salario mínimo con un fuerte Efecto Faro ocasionan un incremento de los costos de las empresas que se pueden traducir en presiones inflacionarias que dejen al salario real (descontando la inflación) igual o peor que antes. Además, agregar presiones inflacionarias sería dificultar el trabajo del Banco de México, ya que la inflación general se ubicó en octubre en 4.76% anual, todavía muy por encima del objetivo del 3.00% y sigue teniendo riesgos al alza.
En México, durante 2024 el 38% de los trabajadores perciben hasta un salario mínimo. El salario mínimo es por ley el mínimo que debería pagarse por una jornada de trabajo. Esto es considerando a trabajadores en situación de informalidad laboral, en donde no hay prestaciones de ley.
El salario mínimo se elevó de forma significativa durante el sexenio anterior pasando de 88.36 pesos diarios en 2018 (último año del sexenio de Peña Nieto) a 248.93 pesos en 2024 (último año del sexenio de López Obrador). Es decir, durante el sexenio mostró un incremento acumulado de 181.7% (324.3% para la Zona Libre de la Frontera Norte).
Con el incremento de 12% para 2025, el salario mínimo general acumularía desde 2018 un aumento de 215.5% (375.2% para la Zona Libre de la Frontera Norte). Los incrementos al salario mínimo que se realizaron en el sexenio anterior agregaron presiones a la inflación, principalmente en sectores más intensivos en mano de obra como el de servicios o construcción, pues no fueron resultado de un aumento de la productividad laboral. El ajuste del 2025 reconoce este riesgo de forma implícita, pues el incremento anunciado del 12% es el menor desde 2018.
Los aumentos en salario cuando son moderados o fuertes generan presiones al alza sobre sueldos de quienes perciben por encima del salario mínimo. Esto se debe a que, al subir el salario mínimo, un empleado que percibe el mínimo podría terminar ganando más que su jefe, (que anteriormente tenía un salario por encima del mínimo). Así, los aumentos en salario presionan hacia arriba los demás salarios, pero este efecto se va diluyendo en mayores niveles de ingresos.
Los incrementos al salario mínimo que se realizaron en el sexenio anterior agregaron presiones a la inflación, principalmente en sectores más intensivos en mano de obra como el de servicios o construcción, pues no fueron resultado de un aumento de la productividad laboral.
El incremento al salario mínimo seguirá ayudando a que en corto plazo disminuya la pobreza laboral, aunque en el largo plazo la solución esté en mejorar la productividad que se traduzca en un mayor ingreso per cápita.
El incremento en el salario mínimo ha elevado el porcentaje de trabajadores que lo percibe. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, en 2018 solo el 15.97% del personal ocupado percibía hasta un salario mínimo, mientras que, en 2024, esta proporción subió a 38.35% del personal total ocupado. Estos porcentajes implican que, en teoría, el incremento en salario mínimo mejoró el ingreso de estos trabajadores.
De hecho, de acuerdo con el Coneval (próximo a extinguirse), entre el tercer trimestre del 2018 y el tercer trimestre del 2024, el porcentaje de personas en situación de pobreza laboral bajó 5.1 puntos porcentuales, de 40.2% a 35.1%, ubicándose en niveles mínimos desde el segundo trimestre del 2007, en parte como resultado de los incrementos al salario mínimo.
Aunque lo anterior es positivo, el incremento acelerado del salario mínimo de forma continua no es sostenible en el largo plazo. Asimismo, los ajustes del salario mínimo no resuelven otras problemáticas del mercado laboral, como la informalidad en donde los trabajadores no tienen prestaciones de Ley y la productividad por trabajador tiende a ser mucho menor.
Desafortunadamente en México el 53% de los trabajadores están en la informalidad, siendo este un problema de muy larga historia en México. Por ahora, la elevada informalidad ha facilitado que se den incrementos sostenidos y elevados del salario mínimo. Si el 35% de los trabajadores que perciben un salario mínimo trabajaran en condiciones de formalidad, la presión al alza sobre la inflación sería notoria.
En conclusión, el incremento al salario mínimo del 12% en 2025 probablemente será bien recibido por las empresas, por moderarse respecto a los ajustes observados durante el sexenio previo y será bien recibido por los trabajadores, principalmente en la menor escala de ingresos, pues seguirá ayudando a que en corto plazo disminuya la pobreza laboral, aunque en el largo plazo la solución esté en mejorar la productividad que se traduzca en un mayor ingreso per cápita.