El comercio internacional experimentó un crecimiento acelerado a partir de la apertura económica de China en la década de los 80’s y su posterior adhesión a la Organización Mundial de Comercio en 2001. El offshoring fue la hoja de ruta para las corporaciones industriales.
China fue el principal destino, pero no el único. México recibió fuertes montos de inversión extranjera, atraída por su vecindad con Estados Unidos (EE.UU.), el tratado de libre comercio de Norteamérica y la disponibilidad de mano de obra a costos que eran, y son, una fracción de los salarios que se pagan en economías avanzadas.
La gran recesión del 2008 y la llegada de Trump a la presidencia de EE.UU. marcaron un primer freno a la globalización. La pandemia, la guerra en Ucrania y las tensiones entre EE.UU. y China representan nuevos obstáculos a los flujos comerciales y de inversión. Las empresas deben evaluar ahora con cuidado la vulnerabilidad de sus cadenas de suministro, en un análisis no solo logístico y de costos, sino también de riesgos geopolíticos.
Este proceso de reestructuración de los flujos comerciales y cadenas de suministro se combina con avances tecnológicos y cambios demográficos, lo que implicará una reasignación masiva de recursos en la economía global. El proceso incluirá de manera relevante la relocalización del recurso humano entre países, sectores económicos y empresas.
Los líderes de negocio deberán estar muy atentos a las nuevas tendencias y alcances reales de la demanda, oferta, tecnología y demografía. La demanda de bienes y servicios estará vulnerable al incremento de los precios, por su impacto en el poder adquisitivo del ingreso de los consumidores y las empresas. La demanda de bienes en EE.UU., nuestro principal mercado de exportación, está frenada desde marzo de 2021.
La oferta seguirá restringida por menor inversión en un entorno de alta incertidumbre, riesgos de epidemias, cambio climático y redireccionamiento de flujos comerciales. Rusia y China buscan activamente la diversificación de sus mercados de exportación por motivos geopolíticos.
La tecnología ha sido una fuente clave de crecimiento económico, particularmente desde la revolución industrial. La tecnología actual requiere capital humano que pueda utilizarla. Si la escasez de personal es un factor crítico presente en las principales economías avanzadas y aún en países en desarrollo, la brecha de habilidades entre los requerimientos laborales y el perfil de la fuerza laboral es igualmente grave.
El cambio demográfico, manifestado en el envejecimiento de la población y en la escasez de fuerza laboral, es la silenciosa tendencia que marcará el tipo y potencial de crecimiento de las economías de Europa, América, China, Japón y Corea. La tasa de desempleo, tanto en EE.UU. como en México, se encuentra cerca de mínimos históricos, indicador inequívoco de un mercado laboral apretado.
La dirección empresarial enfrentará retos distintos a los prevalecientes durante la era dorada de la globalización, cuando la conquista de nuevos mercados y la reducción de costos estaban en el centro de las estrategias. Los retos ahora se focalizan en lidiar con restricciones de oferta, demanda incierta, nuevos modelos de negocio, escasez de personal calificado y no calificado, así como un marco regulatorio inestable y complejo en el caso de México.
En este entorno, la dirección empresarial deberá cultivar una cultura organizacional que
fomente:
•La capacitación y retención del talento.
•Un mayor y más eficiente uso de datos y análisis estadístico para toma de decisiones.
•La innovación y uso de la tecnología como forma de sobrevivencia y generación de valor.
•La gestión de la volatilidad de costos y mercados financieros.
•Amenazas cibernéticas, riesgos logísticos y de seguridad.
•El cumplimiento del marco regulatorio y la capacidad para enfrentar periodos recesivos, tal vez de larga duración.