Con la aparición del ChatGPT se ha puesto en la mesa del debate —no sólo tecnológico— a la IA, ya que sus funciones de procesamiento del lenguaje permiten mantener conversaciones con las personas, realizar traducciones, generar textos sobre cualquier tema, incluso ser un aliado para la optimización de buscadores en un sitio web o tienda en línea, entre otras actividades.
Para operar, el ChatGPT utiliza fuentes de datos como libros o contenidos informativos publicados en internet. Cuantas más preguntas le hagan, más información se añada y más correcciones se introduzcan, sus algoritmos más depurados estarán para cumplir con su misión de forma automatizada. ChatGPT se entrena utilizando el aprendizaje de refuerzo de retroalimentación humana (RLHF).
En un artículo publicado en el The Times
(Hola, no somos un chatbot) se plantea que la IA “genera dudas filosóficas: ¿acaso siente o tiene conciencia? El consenso de los expertos es rotundo: no”.
OpenAI, la empresa creadora del ChatGPT no esconde sus limitaciones y recuerda que es un sistema en pruebas.
En diciembre de 2022 su director ejecutivo, Sam Altman, reconoció que su innovación es increíblemente limitada, pero lo suficientemente buena en algunas cosas como para crear una engañosa impresión de grandeza.
Sin embargo, un estudio de la consultora UBS estima que a enero de 2023 los usuarios activos de Chat GPT sumaron 100 millones al mes. Ese estudio está basado en datos de la empresa de analítica web Similarweb, que considera que de media ha habido 13 millones de usuarios cada día de enero de 2023, más del doble de los que había en diciembre de 2022.
Si bien la cifra es contundente, Altman reconoce que “es un error confiar en él para algo importante en estos momentos. Es un adelanto de nuestro progreso, pero nos queda mucho trabajo por hacer en cuanto a solidez y veracidad”. Por ello, OpenAI pagará hasta 20 mil dólares a voluntarios que ayuden a encontrar errores en sus sistemas de inteligencia artificial.
¿CÓMO LLEGAMOS A ESTO?
La inteligencia artificial involucra todos los aspectos de la vida de las personas, sus relaciones sociales, económicas, políticas y culturales, así como las interacciones de éstas con otras formas de vida. Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial y autor de
La cuarta revolución industrial, ha señalado que la era en la que vivimos se caracteriza por una “fusión de tecnologías que difumina las fronteras entre lo físico, lo digital y lo biológico”.
Y es precisamente esa característica la que está a debate, porque hay quienes aseguran que es el futuro de la humanidad y quienes la ven como el comienzo del fin de nuestra civilización, porque aspectos tan diversos como la producción, el empleo, el conocimiento, la salud, la economía y el desarrollo se verán impactados de distintos modos, brindando oportunidades, pero también riesgos.
LAS CARAS DE LA IA
Las oportunidades son muchas y los riesgos también. Un reporte de la Unión Europea
Inteligencia artificial: oportunidades y desafíos indica que la inteligencia artificial sirve para ayudar a que los ciudadanos mejoren la atención médica, los coches y otros medios de transporte sean más seguros y a que los productos y servicios sean personalizados, más baratos y duraderos. También facilita el acceso a la información, educación y formación, lo que se puso especialmente de manifiesto con la necesidad del aprendizaje a distancia durante la pandemia de Covid-19.
Además, la IA puede hacer que los lugares de trabajo sean más seguros, ya que los robots realizarían las tareas más peligrosas, y crearía más puestos de trabajo a medida que la industria y las empresas se van adaptando a esta tecnología. Sin embargo, también señala que hay desafíos como las amenazas a los derechos fundamentales y a la democracia, además del impacto en el empleo, entre otros.
Respecto a los derechos y la democracia, su impacto se debe a que los resultados de la IA dependen de su uso y de los datos utilizados, mediante los cuales existe la posibilidad de sesgar, intencional o involuntariamente, tanto el diseño como los datos y así tomar decisiones influenciadas por la etnia, el sexo o la edad incluidos, por ejemplo, en los datos al contratar o despedir, ofrecer préstamos o incluso en procesos penales.
La IA también supone riesgos para la privacidad y la protección de datos. El reporte de la Unión Europea indica que esta tecnología puede implicar riesgos financieros, daños reputacionales y problemas en las tomas decisiones.
En cuanto al empleo, lo ponen en un punto medio: el uso de IA eliminaría un gran número de puestos de trabajo, pero crearía otros, por lo tanto, la educación y la formación tendrán un papel crucial para prevenir el desempleo a largo plazo y garantizar una mano de obra cualificada.
En el reportaje mencionado en The Times citan la entrevista a una persona que se vería afectada por los avances de la IA, concretamente por el Chat GPT, ante lo cual dice que si tuviera que dejar su trabajo haciendo apelaciones para administradores de beneficios de farmacias tendría como opción vender pizzas. ¿Es una mera ocurrencia o una realidad?
IMPACTO ECONÓMICO Y SOCIAL
La IA ya está transformando nuestra forma de vivir y trabajar, abriéndose paso en la mayoría de las esferas de la actividad humana.
PricewaterhouseCoopers (PwC) calcula que la adopción generalizada de la IA aumentará en alrededor de 15.7 billones de dólares el PIB mundial en 2030, más que la producción actual de China e India combinadas. De esto, 6.6 billones es probable que provenga de una mayor productividad y 9.1 billones de los efectos secundarios del consumo. Este aumento continuará su trayectoria exponencial hasta 2050.
En el artículo
La inteligencia artificial y el futuro del trabajo: una perspectiva china Kai-Fu Lee indica que el principal potencial de la IA radica en la penetración en las empresas actuales a través de nuevas formas de solucionar los problemas, nuevos niveles de velocidad y precisión, una renovada eficacia y nuevas formas de trabajar y ponderar lo que se puede hacer, por ejemplo, al optimizar procesos existentes cuyo ahorro puede llegar hasta el 80%.
Pocos pueden permitirse la resistencia al cambio: las empresas, para mantener su relevancia, deben integrar la IA en su estrategia; la sociedad en general porque estamos inmersos en una transformación tecnológica que no tiene marcha atrás. Algunos estarán totalmente de acuerdo en la adopción de la IA, otros tal vez, pero lo que sí es cierto es que existe la necesidad de contar con marcos normativos que orienten las acciones y las decisiones a seguir. Los componentes jurídico y ético de la IA están en la mesa de las discusiones.
En noviembre de 2021, los 193 Estados miembros de la Conferencia General de la UNESCO adoptaron la Recomendación sobre la Ética de la Inteligencia Artificial, el
primer instrumento normativo mundial del tema cuya intención es no sólo proteger, sino también promover los derechos y la dignidad humana. Esa recomendación se planteó como una guía ética y una base normativa global que permitirá construir un sólido respeto por el estado de derecho en el mundo digital.
¿Estamos atisbando el futuro de la humanidad?