La tecnología avanza a pasos agigantados. Estamos a las puertas de una nueva era
marcada por los riesgos, la incertidumbre e incluso la amenaza de un futuro viable; nuestro comportamiento como especie parece seguir siendo primitivo, cometiendo errores como pensar sólo en el corto plazo y tomar decisiones con egoísmo y miopía.
Esto coincide con múltiples liderazgos políticos que parecen buscar el poder por el poder, sin importar las consecuencias que van desde el debilitamiento de la democracia y caos climático, hasta provocar polarización. No es un tema ser de izquierda o derecha, liberal o conservador; se trata de ver la fotografía completa en la realidad compleja en la que nos encontramos, donde los grandes problemas requieren la suma de esfuerzos y voluntades de todos los sectores.
Para que esto suceda, hay una condición imprescindible: pensar en el largo plazo y preguntarnos quiénes somos como seres humanos y como empresarios y, sobre todo, quiénes queremos ser. Tenemos que cuestionarnos cómo vamos a responder a la realidad que nos toca vivir.
Al hacerlo, inevitablemente llegamos a una encrucijada: dejar las cosas a la deriva o corregir el rumbo. ¿Qué podemos hacer? Mucho. Y podemos hacerlo ya. Estoy convencido, y la historia así lo demuestra, que la mejor manera de iniciar un cambio es incentivando la participación. Para ello, los empresarios tenemos un rol fundamental porque por el simple hecho de serlo tenemos un liderazgo en nuestro entorno.
Para ejercer correctamente ese liderazgo debemos estar informados y comprender lo mejor posible la situación que estamos viviendo: en nuestro país al menos el 55% de los trabajos son informales, lo que equivale a más de 32 millones de personas (ENOE-INEGI, 2023). La informalidad no solo implica menores salarios, sino carecer de seguridad social y prestaciones. Un dato aún más duro: cuatro de cada 10 mexicanos ni siquiera ganan lo suficiente para cubrir el valor monetario de la canasta básica (CONEVAL, 2023).
Como lo decimos en el Manifiesto Capitalismo Social: “El enriquecimiento de pocos y la miseria de las mayorías jamás puede ser el camino. Queremos ser parte del combate a la pobreza a través de la construcción de un México más justo y equitativo”. Para lograrlo tenemos cinco propuestas.
PROPUESTAS
1. Evolucionar nuestro modelo productivo hacia uno que genere desarrollo humano y desarrollo económico a la par, a esto le llamamos Capitalismo Social
2. Pensar en el Capitalismo Social como parte del propósito del negocio en un horizonte de largo plazo. Esto generará negocios de mayor impacto positivo, más resilientes y rentables por más tiempo.
3. Fortalecer la comunidad de la que somos parte y generar oportunidades. Es deseable colaborar con el gobierno, pero no esperando que resuelva los problemas. Creemos en la corresponsabilidad.
4. Asumir que estamos conectados a nuestras comunidades: a cada acción corresponde una reacción. Una comunidad donde hay aire sucio, escasea el agua o aumenta la inseguridad por la falta de salarios dignos nos afecta a todos.
5. Empatizar y solidarizarnos con otras personas. La pérdida de sensibilidad es una de las grandes amenazas que vivimos como especie humana. Decía Don Eugenio Garza Sada: “La dignidad humana está por encima de cualquier consideración económica”.
Debemos apostar por la calidad de vida de los colaboradores, en procurar el desarrollo de los proveedores y cuidar de las comunidades donde se opera. En suma: ser una versión cada vez más humana de la empresa.
Hay una condición imprescindible: pensar en el largo plazo y preguntarnos quiénes somos como seres humanos y como empresarios y, sobre todo, quiénes queremos ser. Tenemos que cuestionarnos cómo vamos a responder a la realidad que nos toca vivir.
SÍ SE PUEDE LOGRAR
Lo anterior es viable, porque, a pesar del clima de polarización que hay en México, 65% de la población tienen una opinión positiva del empresariado. El porcentaje aumenta en las principales ciudades: en la Ciudad de México, 69% tiene una opinión muy o algo buena del sector privado; en Monterrey la opinión positiva se eleva a 83%. Sin embargo, solo la mitad de la población (49%) tiene confianza en el empresariado, según los datos de la Encuesta de Percepción del Empresariado y el Capitalismo (EPEC) que llevó a cabo en la Iniciativa Capitalismo Social.
Pero hay un dato en particular que da esperanza: la confianza en los empresarios aumenta al 70% cuando se piensa en el empleador directo. Esto significa que el ruido y la agresión diaria que vemos en medios y redes sociales hacia el sector privado, no necesariamente es la realidad que viven las personas todos los días.
Si siete de cada 10 personas en México confían en su patrón significa que nos asumimos como aliados, y que hay grandes historias de colaboración. Por supuesto que como empresarios debemos corresponder esta confianza mejorando la calidad de vida de nuestra gente.
El sistema capitalista crea riqueza por decisión y por generar nuevo valor. No es una cobija donde si jalas de un lado destapas el otro. Quizá no hemos sabido explicar suficiente que el verdadero valor está en crear nuevos servicios y productos en un mercado, y eso lo hacemos las empresas.
Por mucho tiempo se cometió el error de anclar la inflación a los salarios mínimos. Por supuesto que hay que actuar con responsabilidad financiera, pero no afectando a quienes ganan menos. Por el contrario, está en el interés de todos impulsar la movilidad social para crear un mercado interno fuerte.
El Capitalismo Social existe en la idea de la interconexión: si les pago lo mejor que puedo a mis colaboradores, tendrán mayor productividad y compromiso. Si le pago a tiempo a mis proveedores (sobre todo a las pequeñas y medianas empresas), les ayudo a crecer conmigo y darme mejor servicio. Si cuido el medio ambiente, mejoro la salud de la comunidad donde vivimos todas las personas que trabajamos en la empresa y nuestras familias.
Tener ganancias castigando salarios, ahogando proveedores o actuando sin importar el medio ambiente o el respeto a la ley es reprobable y no es sostenible. Si queremos que haya mercado y buen clima de negocios, primero tenemos que cerciorarnos que tendremos planeta, país y mundo donde desarrollarnos.
Las coyunturas económicas, sociales y políticas que enfrentamos en México son un llamado a asumir el liderazgo y establecer la visión que nuestro país requiere. La tarea es tan importante que no podemos delegarla a uno o unos cuantos servidores públicos. Requiere del trabajo de la sociedad entera. Los empresarios contamos con la confianza de la comunidad, las competencias para lograrlo y la penetración en la comunidad que se requiere, basta con atreverse a pensar en la empresa a largo plazo y como un factor que impacta positivamente a todos sus grupos de interés.
También con atreverse a conectar con la comunidad, crear confianza y colaborar en corresponsabilidad para mejorar problemas públicos. Además, en apostar por la calidad de vida de los colaboradores, en procurar el desarrollo de los proveedores y cuidar de las comunidades donde se opera. En suma: ser una versión cada vez más humana de la empresa.
*Presidente de Fibra Monterrey y de Grupo Delta.
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan la opinión del IMEF.