Para empezar, solamente en 3 años un crecimiento del PIB en México menor al 1.4% no ha sido considero como periodo de recesión por el Comité de Fechados de Ciclos económicos del IMEF. Estos años han sido: 1988, 2003 y 2013. El bajo crecimiento proyectado para 2025 es consecuencia de varios factores, entre los que destaca el recorte del gasto público, caídas en la inversión por incertidumbre y efectos matemáticos de base de comparación, desaceleración en las exportaciones y en el consumo.
Además, en el primer año completo de administración típicamente se desacelera la economía y si en 2024 crecimos apenas 1.3%, es lógico pensar que en este año el crecimiento será menor. En este contexto, el 1.4% de la parte alta del rango de proyección de crecimiento del Banco de México parece inclusive optimista.
Además, el PIB del cuarto trimestre del 2024 registró una contracción que hizo sonar las alarmas de una posible recesión. Esto se debe a que la creencia popular es que una recesión es la caída del PIB durante dos trimestres consecutivos. Sin embargo, esta definición es imprecisa. Una recesión económica es un caída significativa y generalizada de la actividad económica, que se ve reflejada en el ingreso de las personas, el empleo, la actividad industrial y las ventas al mayoreo y al menudeo. Una recesión tiene 3 características: duración, profundidad y generalidad, que pueden variar dependiendo de la recesión. Por ejemplo, la recesión del 2020 fue muy profunda, pero muy corta.
En México, los indicadores económicos muestran deterioro, pero sin reflejar (aún) una caída generalizada y significativa. Las ventas al por menor en 2024 mostraron una caída de 0.89% que contrasta con los incrementos de 13.27%, 7.19% y 4.04% en 2021, 2022 y 2023 respectivamente. Por su parte, el sector servicios mostró un incremento de 3.63%, desacelerándose desde el crecimiento del 4.59% en el 2023. La actividad industrial en el 2024 también se desaceleró al crecer solamente 0.05%, mientras que en el mercado laboral se crearon apenas 213 mil posiciones laborales registradas ante el IMSS, siendo la menor creación de empleo formal (omitiendo el 2020) desde 2009 (-171,713).
Además, los indicadores cíclicos del INEGI bajo la metodología de la OCDE sugieren que la economía mexicana se encuentra en una fase recesiva del ciclo de negocio. Destaca que el indicador está por debajo de la tendencia de largo plazo, pero solo por poco.
Por su parte, el indicador oportuno de la actividad económica (IOAE) creció apenas 0.1% en enero, pero fue recibido como una buena noticia por no haber caído. Sin lugar a dudas el año empezó con debilidad económica y la incertidumbre no ayuda. Así, la economía mexicana podría estar ya al borde de una recesión.
A nivel interno, las reformas aprobadas, particularmente la del poder judicial, han generado miedo. Con esto, se han frenado proyectos de inversión y contratación de personal. También está la inseguridad pública, que limita a las personas a salir de su casa en algunas entidades federativas, afectando al consumo y al crecimiento económico.
A nivel externo, las amenazas de Trump son la principal fuente de incertidumbre y freno del crecimiento de México. Inclusive los directores de algunas empresas extranjeras han dicho que si entran en vigor los aranceles se llevarían las plantas de producción de México.
Las exportaciones se han desacelerado y el gasto público debe disminuir este año para evitar recortes en la calificación crediticia. Así, el consumo es el único que puede evitar la recesión, pero este depende del ingreso de las personas, el cambio en las expectativas económicas y la tasa de interés. Las transferencias que el gobierno hace a ciertos grupos de la población y la llegada de remesas al país, que además han ganado poder adquisitivo, han apoyado el crecimiento del consumo, pero se ha desacelerado por la menor creación de empleo.
Sin embargo, el consumo también enfrenta riesgos por las amenazas de Trump, tanto por los aranceles, como por la posibilidad de deportaciones masivas que, aunque no se materialicen, generan miedo entre los migrantes indocumentados que se encuentran en Estados Unidos y temen ser deportados al salir al enviar sus remesas. Con esto, las remesas podrían desacelerarse, lo que afectaría directamente al ingreso de familias mexicanas y con esto al consumo y al crecimiento económico.